Desde la compra de miniaturas hasta la espera de la siguiente Alasita, el experto relata el recorrido ritual que está entre la memoria y la costumbre.
Cleverth Cárdenas Candidato a doctor en estudios culturales latinoame-ricanos
Foto periodico Pagina Siete |
Entonces, los paceños no escatimaremos en el costo de una miniatura, pagaremos lo que nos pida el vendedor y seguiremos comprando compulsivamente. Una casa, el más caro anhelo de cualquier persona previsora; un auto, para los que quieran lucirse; dinero, sea en fajos de billetes o en un maletín de un millón de dólares, para que no falte solvencia monetaria; víveres y canastones con alimentos, para que siempre tengamos qué comer; pasajes a los United States, con visa, certificado de trabajo y carnet de solterazo incluidos.
No faltarán los títulos profesionales de licenciatura, maestría e incluso habrá doctorados en Harvard, licencias de conducir, certificados de matrimonio, también certificados de divorcio, todo vale si de deseos se trata. La sagacidad de los vendedores y artesanos no tendrá límites. Sólo una vez alguien no consiguió lo que deseaba: un eterno político buscó, sin éxito, una silla presidencial de miniatura.
Obtener las miniaturas será el primer paso, pues lo que seguirá involucra la conversión del objeto. El mismo dejará de ser un juguete y se convertirá en algo espiritual. Porque para que el deseo se cumpla, el objeto deberá pasar por un complejo ritual que lo eleve a la condición de illa. Los objetos sólo adquirirán ese carácter de objeto sagrado mediante el sahumerio de un yatiri, la bendición de un sacerdote o la ch’alla familiar y muchas otras formas que la transfigurarán en illa.
La illa era un amuleto en miniatura al que, en el prehispánico, se le confería un valor simbólico, representaba aquello que se realizaría. En el mundo andino las illas representaban la producción agrícola o la reproducción del ganado, también la fertilidad humana.
En la actualidad recrean los anhelos contemporáneos, incluso los deseos más modernos y tecnológicos, en la feria se encontrarán potenciales illas en forma de Ipod, Tablets Samsung, e incluso habrá bastones de mando, por si alguien desea ser autoridad originaria. Habrá miniaturas para todo gusto y deseo.
Toda la ciudad se volverá un escenario donde se representará un ritual y la memoria larga, a su estilo y sin toda la información, rememorará el triunfo de la ciudad sobre el Cerco Indígena de 1781. Aquella rebelión dirigida por Tupac Katari, que sumió a la población urbana en una hambruna de dimensiones colosales, fue conjurada por los alimentos en miniaturas que los representaban. Desde entonces, el diosecillo indígena de la abundancia, el Ekeko, tiene la apariencia de Sebastián de Segurola, quien fue el Gobernador e Intendente de La Paz que venció el Cerco, el 27 de octubre de 1781. El Ekeko sería una parodia de esta autoridad española que tuvo la idea de atribuir la victoria a la Virgen de La Paz, cuya fiesta es el 24 de enero. Así, en una suerte de sincretismo cultural, se posibilitó la conmemoración de la derrota indígena, paradójicamente, con un rito indígena. Esta celebración, con el transcurrir del tiempo, fue acompañada por la comercialización de illas de parte de los indígenas y mestizos, quienes reelaboraron el rito indígena y modificaron el espíritu de la celebración criolla.
Actualmente, el 24 de enero es la fiesta de la Alasita y muy pocos recuerdan a la Virgen de La Paz, sólo una cofradía de comerciantes la celebra con una misa y su respectiva procesión, la que aún se hace en la Catedral antes del mediodía.
Por el otro lado, los paceños promedio, con los deseos ordenados y perfectamente guardados en una bolsa o enviados a casa, regresarán a las oficinas y ahí continuarán con el ritual pagando deudas o regalando dinero de miniatura, pues uno de los deseos más importantes para nuestra economía en crisis será, precisamente, deshacerse de las deudas. Lo usual será decir al interlocutor, Juancito de los Palotes, con esto te pago la deuda. Quien recibe deberá responder, tu deuda ha sido cancelada en su totalidad y con intereses. Puedo asegurar que funcionará, siempre que lo hagan con fe. No deberán descuidarse de ello.
Naturalmente los niños estarán tentados de jugar con las nuevas miniaturas, deberá comprárseles algunas para que jueguen y que no molesten a nuestras illas. Pues no es recomendable degradar a juguete a un objeto que ha sido deseado, buscado, comprado y bendecido. En casa se deberán guardar en un lugar especial hasta la siguiente Alasita.
En este breve texto apenas pude explicar lo que se debe hacer, queda explicar por qué el 24 de enero, por qué al medio día, por qué los gallitos, por qué la comida y tantas cosas. Como dice Víctor Turner, “la vida ‘imaginativa’ y ‘emotiva’ del hombre es, en todo lugar y ocasión, rica y compleja”.
Ciertamente los paceños tenemos una vida compleja y emotiva gracias a las tradiciones que fuimos forjando en este gran escenario que es nuestra ciudad.
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