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Destinos turisticos IGLESIA CARABUCO o Capilla Sixtina del altiplano

Iglesia Carabuco

Es considerada como la Capilla Sixtina del Altiplano, Edificada a fines del Siglo XVI y refaccionada en el siglo XVIII, fue declarada Monumento Nacional desde 1967, Presenta una fachada de estilo renacentista en color ocre, con un balcón externo y una torre. El altar mayor presenta incrustaciones de oro y los dos altares menores, que son obras del arte colonial y llevan repujados con laminas de plata, La nave central, el coro y el baptisterio muestran pinturas murales realizadas por un pintor nativo del siglo XVIII, estas obras representan un paraíso imaginario, con vegetación profusa, ángeles músicos, escenas religiosas y la figura del benefactor el Cacique Siñani que apoyó en la restauración del templo.

En el centro de la nave se pueden observar los cuadros de La Postrimería, pintados por José López de Ríos en el siglo XVII, en cuyo fondo aparece el Lago Titicaca y el cerro de Quillima en toda su plenitud, Se trata de cuatro enormes cuadros que intentan representar las creencias de la fe católica y la cosmovisión andina: por un lado, el infierno, el purgatorio, el juicio final y la gloria, cada uno con tres niveles, Por otro lado se observa las etapas más importantes de la vida de Thunupa, un personaje mítico precolombino, Estos cuadros fueron restaurados el 2005 y su infraestructura está bien conservada, Las visitas se las realiza en horarios de misas o en coordinación con la oficina parroquial.

Iglesia de Carabuco. Joya arquitectónica del patrimonio colonial católico de Bolivia, particularmente por los impresionantes cuadros del pintor José López de los Ríos, que aquí se encuentran. Fue construida en el siglo XVI pero sufrió transformaciones hasta el siglo XVIII.

Ubicación geográfica

Ubicada en la localidad de Carabuco, provincia Camacho del departamento de La Paz, Bolivia. Se alza al noreste de la plaza principal del pueblo o Puerto Carabuco, próximo al lago Titikaka.

Antecedentes históricos

La iglesia se levantó bajo la advocación de San Bartolomé, con quien el agustino Ramón Gavilán identificó al dios aymara Tunupa.


Según la tradición, Tunupa fue martirizado en Carabuco y su cuerpo, aún vivo, arrojado al lago Titikaka en una balsa que llegó hasta la Isla del Sol, donde fue sacrificado y arrojado nuevamente al lago. La leyenda cuenta que Tunupa llevaba consigo una cruz que fue encontrada después de la conquista y con motivo de este hallazgo se construyó la Iglesia. 

Descripción arquitectónica

La construcción se remonta a fines del siglo XVI, pero recibió transformaciones hasta el siglo XVIII. La planta conserva el proyecto inicial, con excepción de la capilla mayor que se rehízo en 1765, al igual que la torre, que mantuvo el modelo renacentista de la antigua. Por estos años también se cayó parte de una de las paredes y se pusieron los cimientos del baptisterio nuevo.

Foto Periodico Página Siete

Toda aquella obra se realizó gracias a la magnanimidad del cacique Agustín Siñani, quien pagó en especie, como era la costumbre, a los obreros indígenas por su trabajo.

La pintura al temple que adorna el templo es también dieciochesca. La de la nave y coro, realizadas en 1718, se deben a Diego de Rosas, dorador, residente del pueblo de Achocalla y aluden a la función del coro. La del baptisterio es de fines de siglo y trata de imitar la decoración arquitectónica. La portada en ladrillo con sus pilastras semiexagonales de inspiración mudéjar es del siglo XVI. El friso estaba decorado con balaustres. Sobre la portada existe un balcón a manera de capilla abierta. Transformaciones y decoración pictórica

En el último tercio del siglo XVII el cura del pueblo, José Arellano, adornó la capilla mayor, hizo el coro y compró el órgano, además mando a pintar los grandes lienzos al maestro José López del Río, quien los terminó en 1684.

Foto periodico Página Siete

En 1718 fue ¨rebocada y pintada a colores toda la cenefa basta de la Iglesia¨, para avivar la decoración original. En este mismo año Diego de Rosas fabricó, doró y pintó la carpintería del Coro en forma de ¨U¨, que sustituyó al antiguo. Los murales que se encuentran en este sector son posteriores a esta transformación.

En 1763 se cayó la pared derecha de la nave, desde la puerta lateral hasta la fachada, colapsando el coro alto y el baptisterio. En los años siguiente esta parte se volvió a levantar cuidándose que la decoración mural mantuviera cierta unidad cromático estilística, por lo que se pintaron murales semejante al antiguo, pero con tratamientos y soluciones muy pobres.

En 1766 se refaccionó el coro alto, gracias a que el cacique Agustín Siñani había guardado algunas tablas policromadas que salvó después del derrumbe. Se rehízo la torre con 15 000 adobes. Se hicieron los cimientos del nuevo baptisterio y posteriormente se decoraron sus muros para lograr el mejor ambiente pictórico de todo el conjunto. También se decoró el Coro Alto. En 1783 se terminó la decoración de la Capilla Mayor y se refaccionó el artesonado. Se decoraron las ventanas y se reemplazó el viejo Arco Triunfal por el que se ve actualmente. Se decoró la sacristía, la cenefa inferior a lo largo de la nave y presbiterio y la ventana del testero detrás del Retablo Mayor.

Foto periodico página Siete

A fines del siglo XVIII o inicios del XIX se decoraron las jambas de la puerta principal con un mural de temática costumbrista.

En tiempos contemporáneos se reestructuró la cubierta al cambiarse las tablas decoradas del artesonado por totora. Se reemplazó el piso original del presbiterio por losetas y se incluyó un poyo corrido a lo largo de toda la Iglesia. En el baptisterio se incluyó un contrafuerte que sostiene el sector derecho de la fachada y cubre un gran sector de murales.

La Iglesia posee cuadros o lienzos pintados por José López de los Ríos (1689), serie de grandes dimensiones, únicos en la zona del altiplano. Presentan las Postrimerías: Muerte, Juicio y Gloria, en ellas se describen las hazañas del semidiós y héroe aymara Tunupa.

Pintura mural

Todos los murales fueron elaborados con la técnica del temple a la cola animal. La pintura mural que se conserva es del siglo XVII. Presenta varios estilos, pues responde a varias intervenciones. Resalta el gusto por los árboles, flores y pájaros. Destacan escenas bíblicas mitológicas relacionadas con el cacique Siñani y su esposa Anastacia Fernández Foronda.

La pintura de la nave data de 1766 a 1785, exceptuando la de la puerta que sube al coro, que parece más antigua y muestra decoración textil.

En la pintura del Baptisterio, pagada por el cacique Siñani y su esposa, se representan escenas del ¨Bautismo del primer cacique cristiano de Carabuco, Fernando Siñani¨, ¨Bautismo de Cristo¨ y ¨Enrique IV Emperador del Sacro Imperio Romano ante el Papa, junto a él los caciques¨.

En la parte alta del coro pueden verse a Apolo y Hércules. A ambos lados de esta escena mitológica se encuentran San Miguel y San Jorge.

En el siglo XIX se hicieron algunas decoraciones suplementarias que muestran un estilo totalmente popular con escenas costumbristas. De esta época son los derrames de la puerta principal del templo. A la izquierda hay un árbol poblado de pájaros y al pie una arquería color terracota. A la derecha la representación del mismo pueblo de Carabuco, se ve la Iglesia con un atrio rodeado de arcos, hay un pino central y otros más pequeños en el intercolumnio. En el atrio escenas populares como un hombre bebiendo de un porrón, un viejo magistrado con una capa, una negra y una mestiza disputando por un gallo y otras.

En la pared frontal de la sacristía y presbiterio se encuentra la escena de la Crucifixión y dos ventanas a ambos lados con decoración floral que en el dintel muestran al Sol y la Luna, influencia indígena.

El presbiterio conserva una ventana con decoración floral y una inscripción que consigna la fecha de 1785. Parte del presbiterio y la nave toda se decoran con paños que imitan textiles, a la manera de iglesias cuzqueñas con Cai-cai y Canincunca. Cerca al coro hay dos puertas simuladas una con columnas barrocas y otra con columnas abalaustradas que dan acceso al coro y a la torre. En este sector se han pintado dos apóstoles.

Recomendaciones

Llevar ropa liviana para el día y abrigada para la noche, zapatos cómodos para caminatas largas, lentes y gorra para el sol, medicamentos para mal de altura y protector solar.

¿Como llegar ?

Partida          Llegada           Distancia(aprox)

La Paz          Achacachi              96 km.
Achacachi    Ancoraimes            37 km.
Ancoraimes  Pto. Carabuco        27 km.


Departamento

La Paz

Región

Altiplano Norte

Provincia

Camacho

Municipio

Puerto Carabuco

Categoria

Categoria 2

Jerarquia

Jerarquia Iii

Coordenadas

Latitud: -15.7588749 Longitud: -69.0643105

Temperatura

2 13 °C 

Altitud

493805 M.s.n.m.

Fuente: http://www.milapaz.travel/atractivo_turistico/index/iglesia_carabuco/118 

Para saber mas puede consultar

https://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_de_Carabuco

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=VkHMy-1xvtk

Casas patrimoniales Teatro Municipal Saavedra Pérez

Teatro Municipal Saavedra Pérez

El Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez (c. Jenaro Sanjinés e Indaburo ) es el principal teatro de La Paz y escenario para la presentación de recitales y conciertos musicales, obras teatrales, ballet y ópera, entre otros espectáculos culturales.

Fue construido en 1834 y se concluyó en 1845, año en que fue inaugurado. Es el segundo teatro más antiguo de Sudamérica. Fue diseñado por el arquitecto José Núñez del Prado, quien se inspiró en un teatro de Venecia. Su estilo arquitectónico corresponde al periodo republicano.

Entre fiestas y aguafiestas, los carnavales de antaño

Nota de prensa publicada por el periodico Página sieteel dia domingo  23 de febrero de 2020 en la revista rasca Cielos en las páginas 26 y 27

Los desfiles en comparsas exigían un pago, los globos se llenaban con harina, había juegos, concursos, disfraces, máscaras y bailes en clubes sociales. Mucho ha cambiado, pero el espíritu y las tradiciones superan el tiempo.

Sayuri Loza

En Bolivia, la celebración del carnaval tiene lugar desde tiempo inmemorial y ha adquirido un carácter único debido a la simbiosis de creencias prehispánicas, paganas y cristianas. Ha evolucionado tomando y dejando costumbres con el paso de los años y siendo aplaudido y criticado por unos y otros pero no ha dejado de festejarse, ni siquiera en los momentos más negros de nuestra historia.

A inicios del siglo pasado, la expresión más significativa de las entradas tenía lugar en Oruro, donde ésta se complementaba con una romería –no es de sorprender que el carnaval de Oruro sea el más importante del país– y el ayuntamiento incentivaba a la peregrinación cobrando 2 Bs. a todos aquellos que anduvieran disfrazados, pero eximiendo del pago a quienes peregrinaran al Socavón junto a la romería el sábado de carnaval.

En La Paz no existía la peregrinación pero se formaban comparsas que ingresaban en La entrada de carnaval abierta a todo aquel que pagara 2 Bs. por hacerlo disfrazado. Estas comparsas tenían una fuerte identidad debido a las similares proveniencias y condiciones sociales de sus miembros que bautizaban su fraternidad y afianzaban su pertenencia, igual que hoy, con premisas y organizando actividades para darse a conocer.

Como ejemplo, en 1904 La Unión Marina era la más sobresaliente; en 1908 se fundó en La Paz Los Highlanders, protagonista de las fiestas por muchos años.

Por detrás entraban otras comparsas compuestas por artesanos, comerciantes y migrantes aymaras urbanos que al ritmo de sikus y tarqas hacían su ingreso luciendo atuendos autóctonos, y aunque la disposición era que entraran todos los que pagaran sus patentes, claramente se establecía una línea divisora entre unos y otros; estos últimos usando nombres como Los Aljeris en Libertad o Los Siempre Huaynuchos, entre otros.

Un espacio más exclusivo era el de los bailes de mascaradas. Los días domingo, lunes y martes de carnaval, además del sábado y domingo de tentación, clubes sociales y particulares organizaban sendas fiestas donde se juntaba la crema y nata de la sociedad y desplegaba sus mejores dotes artísticas ante sus pares.

Se usaba una gran variedad de trajes, unos más bellos y originales que otros: pierrots, polichinelas y desde luego pepinos. De manera anecdótica, en 1908 y con motivo del conflicto todavía existente entre Sucre y La Paz por la capitalía, se prohibió a los paceños usar disfraces que ridiculizaran a sus paisanos del sur para evitar confrontaciones innecesarias.

Los organizadores eran siempre los grandes clubes sociales. En Oruro, el Club Oruro brindaba almuerzos, matinés, tés y fiestas nocturnas, mientras que en La Paz, el Club de La Paz daba las fiestas más comentadas y populares, donde incluso se negaba la admisión a personas ajenas a dicha institución; en 1914, esta exclusividad se puso en tela de juicio y se acordó darle fin.

Igualmente exclusivas eran las mascaradas organizadas por particulares de prestigio en las ciudades. Un anuncio de prensa de 1907 da cuenta de que “Resultó espléndido el baile ofrecido por el señor Clodoveo Urioste y su distinguida señora: asistieron seiscientos invitados”.

Fiestas un tanto menos exclusivas, pues se aceptaba a quien pagase entrada, eran las organizadas por diferentes empresarios en el local del Teatro Municipal. Por ejemplo, el famoso empresario Farraco ofrecía un show magnífico con artistas internacionales. Al mismo grupo pertenecen los restaurantes, cantinas y otros centros de entretenimiento que, igual que hoy, presentaban sus ofertas carnavaleras.

El lunes tenía lugar el juego con agua y harina y las “batallas de flores”; estas últimas más fabulosas y populares en Sucre y Cochabamba. La idea era lanzarles pétalos de flores a los que pasaran, llevando además carros alegóricos decorados con muchas flores y otorgando premios a los mejores. En Cochabamba se consolidó el Corso de las Flores en 1889. Estas batallas se mantuvieron en Sucre hasta los años 60 y este año se ha intentado rescatar esta tradición.

El juego con agua y harina se extendía hasta el miércoles de ceniza. A propósito, es curioso lo sucedido en 1915 cuando en plena Primera Guerra Mundial hubo escasez de alimentos, y muchas jóvenes víctimas del juego con globos de harina se quejaron al ayuntamiento. Y a pesar de que por ello se prohibió el uso de globos de harina y aguas teñidas que representaban un daño grave a la ropa y la salud de las eternas afectadas por el juego carnavalero, las mujeres jóvenes, la disposición no se cumplió.

La ch’alla del martes era únicamente practicada por los sectores aymaras urbanos de la ciudad. La población “blanca” continuaba con sus mascaradas y practicaba algunos juegos de azar que eran organizados por empresas y tiendas: rifas, suerte sin blanca, tiro al blanco, sapo, etc.

En 1904 se suscitó un escándalo en Oruro, pues el ayuntamiento decidió prohibir las carreras de caballos, mosquitos y coches, suertes, rifas y todo tipo de juegos de azar para evitar riñas y peleas. Hubo todo tipo de protestas: unos alegaron que estos juegos eran parte de la cultura orureña; otros, que se privaba del modo de subsistencia de los organizadores, y otros simplemente no acataron la ordenanza.

Las empresas trabajaban únicamente hasta el sábado e incluso los periódicos –único medio de comunicación de entonces– suspendían sus ediciones hasta el día lunes después de tentación.

Los excesos también se hallaban presentes: en 1914, El Diario muestra una nota que critica las farras, indecencias y pérdida de tiempo que, decía, “perjudican la producción del país y generan desorden y falta de higiene en los lugares donde tienen lugar las fiestas”, además repudia el gasto de dinero debido al frenesí de las compras.

De vuelta a este año, las tradiciones andinas van creciendo en cuanto a la práctica; continúan viejas tradiciones como los bailes de máscaras, y se reinterpretan otras, como la fiesta de Comadres. ¿Cómo serán estas fiestas dentro de cien años? Seguramente igual que antes e igual que hoy: inolvidables.

Monumentos de La Paz Monumento TRES PASOS AL FRENTE

Obra del escultor Víctor Zapana, realizada en cemento en 1992. Está ubicada en la plaza homónima, entre la avenida Pablo Sánchez y la calle 10 de la zona de Irpavi.

 La estatua que honra y preserva la memoria de los “Tres Pasos al Frente”, cadetes de entre 15 y 17 años que combatieron en la Guerra del Chaco, fue obsequiada al municipio por la Federación Nacional de Beneméritos de la Patria, que lleva el nombre de esta gesta histórica. La Alcaldía se encargó de su emplazamiento en el lugar donde actualmente se encuentra. Con el pasar de algunos años, sin conocimiento técnico, fue pintada de color fosco, afectando su imagen. En 2007 la Asociación Tres Pasos al Frente, solicitó al Gobierno Municipal el mantenimiento y restauración de la obra, estando programado para el 6 de octubre del mismo año, un acto público que tuvo por objeto conmemorar el LXXIV (74) aniversario de los caballeros cadetes. De esta forma, se proyectó su restauración, contratándose los servicios del escultor Ramiro Luján, quien dejó la estatua revestida con una fina patina de bronce, imagen con la cual se mantiene a la fecha.

Destinos turisticos Mercado de Amautas y Yatiris Zona Ballivian

Mercado de Amautas y Yatiris Zona Ballivian

El Mercado de Amautas y Yatiris de la zona Ballivián, se encuentra ubicado a 10 kilómetros del centro de la Ciudad de La Paz sobre el camino secundario que comunica con la Ciudad de El Alto y que cruza transversalmente a la autopista. El sitio se relaciona con la sabiduría ancestral de las culturas andinas. En él se puede encontrar a Amautas y Yatiris quienes por medio de rituales y ofrendas, rinden culto a la Pachamama y a los Apus, para ello hacen uso de varios tipos de objetos y materiales que los ayudan a estar en comunión con las entidades rectoras de la tierra. Se destaca el uso de la hoja de coca que es utilizada para la lectura de la suerte, las “mesas” rituales que son utilizadas con varios propósitos principalmente para recomponer el equilibrio de las energías del hogar, los negocios, la salud y el amor. Los sahumerios sirven a los creyentes para limpiar las energías negativas y daños espirituales.

Se dice que estos expertos ayudan a toda persona afectada por hechizos y brujerías, para ello utilizan sus conocimientos de “magia negra”, en cambio la “magia roja” serviría para conjurar hechizos de protección y enlace para enamorados. Los curanderos recurren a la “magia blanca” con fines curativos. 

Amauta 

Son los sabios que se dedicaban a la educación de los hijos de los incas

Yatiris

Son aquelos que practican la brujeria, Los yatiris pueden ser fácilmente identificados por sus sombreros negros y bolsas de coco que contienen amuletos, talismanes y polvos que aseguran suerte, belleza y fertilidad

Recomendaciones

Llevar ropa liviana para el día y abrigada para la noche, zapatos cómodos, lentes, gorra para sol y abrigo impermeable para época de lluvia; botiquín de primeros auxilios, protector solar y medicinas.

Departamento

La Paz

Región

Metropolitana

Provincia

Murillo

Municipio

El Alto

Categoria

3.3.3. Manifestaciones Y Creencias Populares

Jerarquia

Jerarquia Ii

Coordenadas

Latitud: -16.486449 Longitud: -68.1711879

Temperatura

2 °C - 18 °C 

Altitud 

4110 M.s.n.m.

Fuente: http://www.milapaz.travel/atractivo_turistico/index/mercado_de_amautas_y_yatiris_zona_ballivian/77

La historia del transporte público en la ciudad de La Paz Los Radiotáxis

Los radiotaxis

Se implementaron en 1948

En 1948 los taxistas ya prestaban el serviocio de radiotaxi, es decir, que acudian al llamado telefónico de sus clientes, en 1965 se contaba con 2700 taxis, esta época era el preambulo al surgimiento de trufis y " rapiditos ", se cobrara entre 10 y 18 pesos por persona, 15 y 18 por dos

Se caracterizan por tener en la parte superior del auto un letrero que anuncia la empresa a la cual pertenece

En los caminos del Rey

Nota de prensa que salio publicada en página siete el día domingo 5 de enero de 2020 en la revista Rasca Cielos en las páginas 18 al 25

Una crónica de viaje en busca de un hombre que mira al horizonte. En el camino, una historia inesperada. Don Julio Pinedo, el rey afroboliviano, sentencia: “En Bolivia todos somos huérfanos”.

Mauricio Rodríguez Medrano

Todo sucedió, más o menos, el mismo día: mi padre nos abandonó. Y más tarde logré conseguir un trabajo freelance. Estuve desempleado durante dieciocho meses luego de renunciar a un trabajo de transcriptor en un Internet llamado “La cueva de Chun Li”. Era recién egresado de Comunicación Social, de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).


Soy huérfano.

El trabajo consistía en hacer un reportaje sobre el rey afroboliviano, Don Julio I.

Lo que leí en Internet: El periódico El Mundo publicó el 7 de abril de 2013 un reportaje fotográfico sobre Don Julio y en el subtítulo decía “Una insólita monarquía en el corazón de Bolivia lo tiene como protagonista. Viaje al mundo de Julio Pinedo, con pasado esclavo y presente de líder”. El diario El País tituló su reportaje “El último Rey de América”. El diario Prensa Libre tituló el suyo “El último rey de Sudamérica sobrevive en Bolivia”.

La comunidad afroboliviana y su monarquía están reconocidas legalmente por el Estado Plurinacional de Bolivia y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Fui a Tocaña en un taxi–surubí. Tenía un mensaje pegado en el parabrisas posterior: “No me sigas que estoy perdido”. Y también: “Pero sigo siendo el rey”. El conductor, Hilario Apaza, era mi padrino de bautizo. Y primera comunión. Y confirmación. Moreno, estrábico, corpulento pero bajito: era fanático de Luis Miguel y siempre usaba gafas de aviador, como las del cantante mexicano en el videoclip “La incondicional”.

Tenía 37 años.

En Internet también vi un documental que titulaba El rey negro. En él se entrevistaban a varias personas de las comunidades rurales afrodescendientes en la zona de Los Yungas: Tocaña, Mururata, Yariza, Chicaloma, Irupana, Coripata, Dorado chico, Chijchipa, Negrillani, Chulumani, Coroico.

Don Julio en algunos momentos era parco en sus palabras o se negaba a hablar.

Decía: “Los reyes viven en palacios. Yo solo soy un agricultor. No tengo nada de lo que se supone debe tener un rey. Mi vida es siempre la misma: cosechar cada día. Eso es lo único real”.

En La Cumbre mi padrino me contó que su esposa lo engañó con un exluchador del Multifuncional de El Alto. Le dije: “Mis sentidos pésames”. “No está muerta, pendejo”, me dijo. “Pero gracias”. La niebla era espesa y lloviznaba. La tierra era estéril, casi negra, llena de cascajo hasta la entrada del túnel Cotapata.

Dije, algo nervioso: “Deberías bajar la velocidad”.

“Las curvas son cerradas”.

Dijo: “Soy Toretto”.

Íbamos a más de 120 kilómetros por hora.

“¡Qué rebaje su abuela, carajo!”.

La mayoría de los taxi–surubí son vagonetas, de cuatro puertas, Ipsum o Noah de la marca Toyota. Los conductores admiten hasta ocho pasajeros en días de poca demanda y cobran 30 bolivianos por el trayecto La Paz–Coroico. Los buses llegan a destino en cuatro horas y los minibuses en tres. Los taxi–surubí lo hacen en dos horas e incluso en hora y media, según Eduardo Calle, del sindicato de buses Trans Totaí.

Dice: “Son unos gramputas suicidas”.

Mi padrino dijo: “¡Soy un gramputa suicida!”.

En algunas fotografías Don Julio estaba vestido con una capa roja de cuello negro. Llevaba una corona de hojalata pintada de dorado. Y agarraba un cetro con la mano izquierda. Tenía la mirada algo afligida, un aura de tristeza o resignación, la mandíbula recia y el cuerpo tenso.

En el reportaje decía: “Yo soy el mayor de dos hermanos. Mi bisabuelo se llamaba José Pinedo. Mi abuelo se llamaba Bonifacio Pinedo. Ambos trabajaron en una hacienda que hoy pertenece a la familia Cariaga, y los dos, en su momento fueron reyes, como yo”. Fotografía susana girón / gea photowords

Paramos en Unduavi.

Dijo: “Dos sajtas y tres cervezas, maestro”.

Mi padrino me contó que a mi padre lo buscaba la policía. El “Que no quede huella II” era un puesto chico de paredes de madera mohosa y con techo de calamina, y tenía a un lado unos carteles descoloridos de Coca–Cola y Pepsi. Había una mesa de madera en la intemperie y unas sillas viejas y algo carcomidas por la humedad.

Los cerros estaban forrados de maleza y helechos y el aire era tibio y llovía suave. De fondo, el ruido de una radio en AM que trasmitía un noticiero en aymara, y el río.

“Se lo merece”, dije y sentía la humedad, en la cara y en los brazos. “Remataron la casa de mi madre”.

Dijo: “Nadie se merece la indiferencia”.

En el control policial de Unduavi había una hilera de diez casas celestes y blancas cerca de un barranco. En la pared delantera de una de ellas estaba escrito con pintura negra: “Padre, perdónalos”. Y en la pared trasera estaba escrito con pintura roja: “Terreno en litigio”.

El hijo de Don Julio se llama Rolando. Es el príncipe heredero y trabaja en La Paz. Es parte del Consejo Nacional Afroboliviano (CONAFRO) que reúne a 50 comunidades afrobolivianas y es reconocido por el gobierno actual.

Don Julio dice: “El rey Bonifacio era mi abuelo. A nuestros antepasados los han traído para trabajar en las minas de Potosí. Después, los trajeron a la zona de Los Yungas, donde fueron vendidos a los dueños de las haciendas. Éramos hombres libres y luego esclavos”.

A mediodía adelantamos una columna de camiones destartalados que transportaban a varios grupos de campesinos que migraban del altiplano. Estaban hacinados como reses en los semirremolques de madera.

La mayoría buscaría trabajo en sembradíos de coca o café.

“Otros trabajan en minas de oro o de estaño en Choro Grande”.

O La Chojlla. O Mapiri. O Tipuani. O más al norte: Mayaya.

Dijo: “En la mina de San Luis me casé por primera vez”.

“¿Cuántas veces te casaste?”.

Dijo: “En San Luis sólo una vez”. El 60 por ciento de la población afroboliviana se encuentra en los Yungas de La Paz.

“¿En otros lugares?”.

Dijo: “Sólo cuenta la primera vez”.

Cruzamos el puente Santa Elena y nos desviamos, a la derecha, hacia la carretera de Mururata. Era un camino angosto de tierra rojiza y compacta, donde apenas cabía un coche mediano y en la radio oíamos una canción de Luis Miguel.

“Te voy a olvidar, palabra de honor. Paloma perdida, ya no puedo más. Te tengo que olvidar y te tengo que olvidar”.

“¿Qué te dijo?”, disminuyó la velocidad cuando ingresamos a un terreno escabroso.

“Volveré”.

“¿Como Terminator?”.

No tenía ganas de hablar.

Dije: “Más o menos”.

“¿Cómo que más o menos, cabrón?”.

Estábamos sudados. Y empolvados. Y teníamos sed.

Dije: “Parecía triste”.

“Tu padre volverá”.

Don Julio I es el cuarto rey afroboliviano de un linaje de esclavos africanos. Trabaja ocho horas diarias, como todo hombre que no tiene poder, en sus sembradíos de coca y café desde hace más de 50 años.

En 1992 fue entronizado por su pueblo y es una autoridad que no puede tomar decisiones políticas. En 2007, el Gobierno Municipal de La Paz volvió a coronarlo. Es el único rey de Sudamérica y tal vez un símbolo.

Pienso: “¿De nuestra historia de Bolivia?”.

Llegamos a la iglesia de Tocaña cerca de la segunda meseta del cerro. El cielo aún estaba nublado, y desde la iglesia se veían las casas de Coroico y La Asunta en los cerros de enfrente.

Mi padrino saludó a su amigo llamado Ruddy Mamani y me presentó como su sobrino reportero.

Mamani llevaba unas botas de cuero y un sombrero vaquero. Era un mulato gordo y recio, de mirada bovina. Le conté que recopilaba datos para un reportaje sobre el rey de los afrobolivianos. Me dijo: “Don Julio vive en Mururata, pero es difícil hacerlo hablar”.

En web oficial de la Casa Real Afroboliviana está escrito: “El origen de la Casa Real Afroboliviana se encuentra en el continente africano”. “Uchicho, de origen kikongo, era hijo de un rey de una tribu del Senegal”. “Fue traído a Bolivia hacia 1820 en uno de los últimos contingentes de esclavos”. “Terminaría trabajando en la Hacienda del Marqués de Pinedo, en la zona de Los Yungas, al norte del Departamento de La Paz”.

1. El kikongo o kongo es una lengua bantú (no es una tribu) que hablan los pobladores de la República Democrática del Congo, República del Congo y Angola. 2. Es probable que Uchicho no fuera del Senegal sino del Congo. 3. Los europeos alentaban guerras internas para cazar a las tribus diezmadas. 4. Quizá el padre de Uchicho murió en una batalla y su tribu fue capturada por un grupo de tratantes holandeses. 5. Los holandeses, que asolaban el África, vendían la mayor parte de los esclavos capturados a los españoles.

Estoy seguro de algo: Uchicho era un sobreviviente.

Lo subieron a un barco negrero, un cirujano examinó sus dientes y sus ojos. Lo marcaron con un hierro al rojo vivo, lo encadenaron del cuello, de los pies y las manos. Lo hacinaron en una litera, junto a otros esclavos.

Lo obligaron a mantenerse recostado hasta llegar a la isla de Goreé, que pertenecía al Senegal.

“Durante más de tres siglos fue un mercado de esclavos para aprovisionar de ellos a Estados Unidos, al Caribe, Brasil y Potosí”, escribe el historiador Juan Antonio Balcells.

De un grupo de 7 mil esclavos llegaban vivos 5 mil. El viaje desde Senegal a Cartagena de Indias duraba alrededor de 50 días. Los esclavos continuaban su viaje con destino a minas y plantaciones.

Desde Cartagena los embarcaban para Buenos Aires, Tucumán y Potosí.

“Van de seis en seis encadenados por argollas en los cuellos, unidos de dos en dos con argollas en los pies. Comen de 24 en 24 horas una escudilla de maíz o mijo crudo y un pequeño jarro de agua”, escribe el cronista de la Colonia, Alonso de Sandoval.

El mijo crudo sirve de comida para canarios.

El tráfico de esclavos duró tres siglos y medio. Hubo 35 mil viajes de barcos negreros oficializados en los registros, además de los que llegaron como contrabando. Entre 13 y 20 millones de esclavos ingresaron a todos los países de América.

Pocos sobrevivieron.

La iglesia de Tocaña era pequeña. En el techo había una cruz oxidada y debajo había unos nidos secos y abandonados. Detrás de la cruz había una torre con una campana pequeña en el centro, rodeada de un barandal de fierro. En la fachada colgaba una hilera de banderolas rojas y empolvadas.

También había un pasacalle donde estaba escrito: “TOCAÑA: CAPITAL DE LA SAYA”.

Tocaña está a 100 kilómetros de la ciudad de La Paz y en la segunda meseta de una montaña verde y húmeda.

Alrededor olía a aceite quemado y chicharrón.

“¿Y si bebemos?”.

“Tú no cambias”, dijo Mamani.

“Estoy más gordo”.

“Ahora soy cristiano”, dijo Mamani.

“Entonces primero bendecimos”.

Ignacio Pinedo de Mustafá, Marqués del Haro, compró a los esclavos negros que resistieron al frío y al mal de altura de Potosí. Los transportó a su hacienda de Mururata, en los Yungas. Los obligó a trabajar en plantaciones de coca y de café.

Los hizo bautizar con nombres cristianos, apostólicos y romanos.

Les dio su apellido.

“Existen distintos registros de transacciones de esclavos en la zona de Nor y Sud Yungas: en 1761 en la localidad de Irupana, en 1773, 1780, 1797 y 1798 en Chulumani, en Coroico en 1789 y en 1795 en la Hacienda Sienegani”, escribe el historiador Juan Angola Maconde.

Entre los esclavos estaba Uchicho. ilustración Santiago M. Luna / DGR-UCB

1. Mi padrino se emborrachó después de la segunda caja de cerveza. 2. Mamani cantó unas alabanzas cristianas. 3. Mi padrino cantó “Ahora te puedes marchar”, de Luis Miguel. 4. La esposa de Mamani llegó y nos echó de su casa. 5. Mi padrino gritó, a quien quisiera escucharlo, que su esposa también era cristiana y la engañó.

Dijo: “Dame las llaves”.

“Tú las tienes”.

Dijo: “No tengo nada, cabrón”.

6. Buscamos las llaves durante una hora, más o menos. 7. Mi padrino pateó el coche en el guardabarros y se encendió la alarma. 8. La esposa de Mamani nos ayudó a buscar las llaves con tal de que nos fuéramos. 9. Mamani quiso abrir la puerta del coche con un alambre que usaba como tendedero de ropa. 10. El alambre se quedó atascado en la puerta. 11. Mamani también pateó el coche y se volvió a encender la alarma. 12. Nos abrazamos y lloramos juntos, de rabia y de impotencia. 13. La esposa de Mamani dijo que podíamos quedarnos a dormir. 14. Mi padrino dijo que primero tenía un deber conmigo y caminamos hacia la carretera.

Es imposible comprobarlo: en la leyenda otros esclavos de la hacienda reconocieron al príncipe Uchicho cuando se bañaba en el río. El torso con tatuajes de ceniza. Los ojos con un fuego perpetuo.

Lo coronaron en secreto en 1832.

A Uchicho lo sucedió su hijo Bonifaz Pinedo.

A Bonifaz Pinedo lo sucedió José Pinedo.

A José Pinedo lo sucedió Bonifacio I.

Murió dos años después de que le otorgaran la libertad. Era 1954.

La primera Asamblea Constituyente de 1825 determinó la abolición de la esclavitud, pero nada cambió en la práctica. Otra aparente abolición de la esclavitud llegó con la reforma constitucional del 26 de octubre de 1851 durante el gobierno de Manuel Isidoro Belzú.

“Artículo 1.– Todo hombre nace libre en Bolivia: todo hombre recupera su libertad al pisar su territorio. La esclavitud no existe ni puede existir en él”.

Desde ese día los afrobolivianos cantan al inicio de sus coplas o sayas:

“Isidoro Belzu, bandera ganó,

Ganó la bandera del altar mayor”.

Los liberados seguían trabajando para sus patrones durante tres días a la semana, bajo la forma del servicio de pongo para los hombres y mitani para las mujeres. “Esta forma de neoesclavismo duró un siglo más y sólo terminó durante el gobierno de Víctor Paz

Estenssoro, a partir de la sanción del Decreto Ley N° 3464 del 2 de agosto de 1953, de Reforma Agraria”, escribe Juan Angola Maconde.

“Bajo el principio de que la tierra es de quien la trabaja personalmente, les fue otorgada la propiedad de una parcela de 2 a 3 hectáreas en promedio, en su carácter de ciudadanos libres”.

Pero la revolución del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fracasó.

“Pasadas las primeras generaciones de la Reforma Agraria surgieron profundos desajustes económicos y sociales. La tierra distribuida en forma de minifundio, que en una primera instancia pudo sostener una familia, al momento de distribuirla a los hijos se volvió un recurso insuficiente”.

Los hombres libres eran otra vez esclavos en una especie de capitalismo decadente.

Don Julio I nació en 1941.

Lloviznaba cuando llegamos a Mururata. Lo hicimos a pie. Estábamos algo borrachos. Estábamos algo perdidos.

“¿Te dijo algo más?”.

“¿Quién?”.

Dijo: “Tu padre”.

Mururata es una población mestiza de casas pobres y sembradíos de coca y café.

“Nada más”.

Dijo: “¿Te puedo decir algo?”.

“No”.

Dijo: “Me pidió que te lo dijera”.

“No jodas”.

“Está enfermo”.

Último Censo del 2012:

En Bolivia hay 16.329 afros (8.785 hombres y 7.544 mujeres).

El 60 por ciento (9.797 personas) habita en el norte de La Paz. El 15 por ciento en Santa Cruz. El 10 por ciento en la ciudad de La Paz y el 7 por ciento en Cochabamba.

Don Julio representa a 16.329 afrobolivianos.

En la nueva Constitución Política del Estado (2009), en el artículo 32 se reconoce al pueblo afroboliviano.

“El pueblo afroboliviano goza, en todo lo que corresponda, de los derechos económicos, sociales, políticos y culturales reconocidos en la Constitución para las naciones y pueblos indígena originario campesinos”.

Pero aún hay mucho por hacer.

Don Julio dijo, en una entrevista con BBC Mundo: “Ser rey es una inmensa responsabilidad porque tengo que trabajar muy duro para mi gente, mi pobre gente, y no tenemos recursos”.

Los afrobolivianos ven limitado su acceso a la educación pública y los servicios básicos.

“Cerca de las comunidades solo encuentran centros de primaria y deben abandonar a sus familias para continuar sus estudios”.

Don Julio I sale todas las madrugadas a trabajar en los sembradíos de coca y a veces gana dinero como albañil. Tiene 74 años y el cabello encanecido. Y los ojos tristes. Y la voz gruesa y áspera.

Guarda su corona y su capa en una caja de galletas. Doña Angélica Larrea, la esposa y reina, atiende un pequeño negocio al menudeo. En la puerta hay un cartel de cartón en el que está escrito a mano alzada: «Se venden helados».

Don Julio dice: “Voy a repetirte lo mismo que digo a otros periodistas”.

Lleva una polera celeste y raída de franjas blancas y horizontales y una gorra azul de camionero. No lleva zapatos y tiene las manos gruesas y callosas y con algunas cicatrices.

“No quisiera eso”.

Dice: “Entonces viniste en vano”.

Se lleva una mano al rostro y se lo frota con desgano y luego se limpia el sudor de la frente con un pañuelo que sacó del bolsillo trasero de su pantalón.

“¿Puedo sentarme un rato?”.

Dice: “Puedes protegerte de la lluvia, es lo poco que puedo ofrecer”.

En una de las paredes de la tienda hay un cartel del V Encuentro Nacional Afroboliviano, donde figura una imagen del rey Don Julio, coronado y con un pequeño cetro de madera. Al frente hay un televisor de diez pulgadas que recibe una señal pobre del canal estatal.

Dice: “¿Quién es el hombre que está en la plaza?”.

“Es mi padrino”.

Dice: “Deberías llamarlo”.

“Discutimos”.

En la otra pared hay un escudo: un sol rojo y grande, un barco negro, la sombra de un rey negro y una llama en relieve.

“¿Puedo hacerle una pregunta?”

Dice: “No estoy obligado a responder”.

“¿Amó a su padre sobre todas las cosas?”.

Enciende un cigarrillo Astoria y aspira el humo, lento y mustio. Luego lo bota poco a poco.

Dice, después de un rato: “Soy huérfano, mi abuelo me crió”.

“¿Pero lo amó?”.

Dice: “Lo único que te queda es amar u odiar en la necesidad. O la indiferencia”.

El padre de Don Julio I reinó apenas unos meses. Murió en un accidente de coche mientras viajaba a la ciudad de La Paz. A Don Julio lo crió su abuelo, Bonifacio Pinedo.

“Yo también soy huérfano”.

Dice: “En Bolivia todos somos huérfanos”.

Los objetivos de Don Julio como monarca son conseguir un centro de salud para el pueblo y más ayuda para la comunidad afroboliviana.

Dice: “Es mejor que regreses a tu tierra”.

“Me quitaron lo único que me pertenecía”.

Me da la espalda y se apoya en el marco de la puerta y mira hacia el horizonte lleno de cerros y de sombras: la noche empieza a tragarse las montañas y tal vez es la única bendición para la tierra y los hombres.

Dice: “La tierra que te pertenece es la tierra de tus muertos”.

Escampó.

El ruido de las cigarras y del bosque aumentaba al anochecer y unos niños descalzos correteaban en círculos en la plaza central que se caía a pedazos mientras unos hombres arreglaban un camión y discutían a gritos. O hablaban a gritos.

Pensé: “Es el verdadero símbolo de nuestra historia”.

“¿Pudiste entrevistarlo?”.

“No importa”.

“¿Pero pudiste hacerlo?”.

“¿Mi padre te dijo algo más?”.

Mi padrino se quedó en silencio y miró al suelo. Luego de un rato me abrazó con fuerza y me dijo que era mejor regresar. Yo dije que sí. Y ninguno sabía lo que iba a pasar, excepto que todos seguiríamos desamparados y haciéndonos cada día más viejos.

La historia del transporte público en la ciudad de La Paz Colectivos

Los colectivos

Se implemento en 1930

Son buses grandes  de transporte masivo que lleva alrededor de 60 pasajeros. Hou aún circulan coches que datan de los años 60 Las llamadas " Líneas tradicionales ", con el tiempo se convirtieron en los primeros sindicatos:
  • Litoral
  • Eduardo Avaroa
  • San Cristobal
  • Villa Victoria

Monumentos de La Paz monumento al SOLDADO DESCONOCIDO

SOLDADO DESCONOCIDO

Obra del escultor Emiliano Lujan, realizada a base de bronce fundido en 1972. Se encuentra ubicado en la plaza del Obelisco, entre las avenidas Mariscal Santa Cruz y Eliodoro Camacho de la zona Centro.

En 1934 familiares y excombatientes de la Guerra del Chaco solicitaron a la Municipalidad, dispusiera un espacio público para honrar y preservar la memoria de los caídos en la Guerra del Chaco. Mediante Ordenanza Municipal del 18 de octubre del mismo año, la Alcaldía dispuso: “…el parque situado en la avenida Camacho, denominado parque Gral. Juan José Pérez, se rendirá público homenaje a los héroes del Chaco”. En 1973 el general Armando Escobar Uría, Alcalde Municipal, impulsó la ejecución del monumento en memoria de aquellos 60.000 soldados bolivianos muertos en aquella contienda (1932 y 1935), contando con el antecedente que el escultor Emiliano Luján plasmó en la ciudad de Villamontes, en 1942, un monumento a base de cemento, llamado Soldado Desconocido, cuyo diseño ganó un concurso en Tarija en 1936.

Luján reprodujo en bronce el Soldado Desconocido de Villamontes en la plaza del Obelisco de La Paz. Debajo del pedestal se enterraron los restos mortales de algunos soldados no identificados, caídos en la Guerra del Chaco. A la inauguración asistieron connotadas figuras nacionales, entre ellos los ex presidentes David Toro y Hugo Ballivián; así como los héroes de guerra, generales Bernardino Bilbao y Manuel Marzana. Al poco tiempo, el monumento causó algunos comentarios en contra, ya que algunos personajes influyentes no asimilaron ni comprendieron su representación, creyendo que el mismo representaba a un soldado derrotado o vencido. En 1979 la alcaldía reubicó el monumento en el Cementerio General y en su reemplazo situó otro erigido en honor a los Colorados de Bolivia. En 1980 el general Luís García Meza se hizo del mando de la nación, y refiriéndose al Soldado Desconocido, dijo: “A éste yo lo voy a poner de pie”, e instruyó su fundición y, con el mismo material, pensó crear otro erguido (carta al alcalde Ricardo Sánchez); pero el dictador fue depuesto y con él su aciaga idea.

En 2007 la Asociación Boliviana de Artistas Plásticos solicitó al Gobierno Municipal la reposición del Soldado Desconocido a su lugar de origen. La Oficialía Mayor de Culturas intervino en la refacción del monumento, al igual que en la restitución del fusil (robado cuando se encontraba en el Cementerio General), trabajos en los que intervino el escultor Ramiro Luján, hijo del autor de la obra. El monumento fue repuesto en su ubicación original en abril de 2007, como parte de las obras de modernización de la avenida Camacho, en el marco del Programa de Rehabilitación Urbana implementado por el entonces Alcalde Municipal, Dr. Juan Del Granado Cosio. Su creador, Emiliano Luján, fue combatiente en la Guerra del Chaco y entre sus funciones estuvo la de dibujar “identiquits” de soldados caídos en combate, cuyos restos fueron abandonados por las difíciles distancias que debían atravesar los soldados entre los puestos de avanzada y las bases de retaguardia. Una serie de recuerdos influyeron en su persona para realizar el homenaje a nuestros miles de héroes anónimos. Respecto a su creación, dijo: “Se escuchan diferentes comentarios, según el cristal con el que se los mira. El contenido espiritual de la obra, que vive para resaltar el civismo nacional al rendir homenaje al héroe que como culminación de su patriotismo, muere al pie de su bandera, defendiendo su tierra”.

Destinos turisticos Mercado de Amautas y Yatiris Huarco Apaceta

Mercado de Amautas y Yatiris Huarco Apaceta

El Mercado de Huarco Apacheta, se encuentra ubicado a 9 kilómetros de la Ceja de El Alto. En él se pueden encontrar a los Amautas y Yatiris, personajes que poseen gran cantidad de conocimientos heredados de sus antepasados, tienen entre sus tradiciones el rendir culto a la Madre Tierra, al sol, la luna y las estrellas.

Su misión principal es alejar a los “malos espíritus”, atraer la buena suerte en los negocios, salud y otros aspectos de la vida terrenal. Practican rituales mágico - religiosos con los que ayudan a las personas que acuden a ellos. Sus trabajos incluyen “limpias” que “quitan” la mala suerte de las personas y realizan otras prácticas y rituales.

Estos últimos se realizan generalmente en una apacheta (montículo de piedras con elementos como cruces e imágenes), estos lugares son considerados sagrados ya que en ellos se colocan ofrendas a la Pachamama o Madre Tierra; los rituales incluyen el consumo de alcohol, coca y cigarrillos.

Las apachetas sirven para rendir culto a los Apus o Achachilas, que son deidades espirituales que se encuentran en la región y tienen la forma de montañas. En este sitio se realizan ofrendas y “ch’allas” (ofrendas) al Achachila conocido como San Cipriano, al “ Tata Inti ”, “ Purawak’a”, “ Willke Tate ” y “ Chunchulaya”, este último es conocido por ser utilizado para realizar misas “ negras”, que “hacen daño” a terceras personas.


Los yatiris pueden ser fácilmente identificados por sus sombreros negros y bolsas de coco que contienen amuletos, talismanes y polvos que aseguran suerte, belleza y fertilidad.

Los Yatiris son los brujos andinos

Se conoce con el título de amautas (del quechua: hamawt'a; 'maestro', 'sabio')1​ a aquellas personas que se dedicaban a la educación formal de los hijos de los nobles y del Inca.

Recomendaciones


Llevar ropa liviana para el día y abrigada para la noche, zapatos cómodos, lentes, gorra para sol y abrigo impermeable para época de lluvia; botiquín de primeros auxilios, protector solar y medicinas.

Departamento

La Paz

Región

Metropolitana

Provincia

Murillo

Municipio

Achocalla

Categoria

3.4.1. Ferias Y Mercados

Jerarquia

Jerarquia Ii

Coordenadas

Latitud: -16.582816 Longitud: -68.176239

Temperatura

8 °C - 12 °C

Altitud

4123 M.s.n.m


Para saber sobre los amautas mas puede consultar

https://es.wikipedia.org/wiki/Amauta

Para saber mas sobre las apachetas puede consultar

https://es.wikipedia.org/wiki/Apacheta

Fuente: http://milapaz.travel/atractivo_turistico/index/mercado_de_amautas_y_yatiris_huarco_apaceta/401

Tour exprés para redescubrir la ciudad de La Paz en 3 horas

Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día domingo 7 de octubre de 2018 en la sección miradas en la página 26

En tres horas uno puede ir a la Luna, aterrizar en la capital más alta del mundo y viajar en el tiempo para acercarse al ajayu paceño.

Leny Chuquimia / La Paz

Viajar a la Luna, aterrizar en la capital política más alta del mundo y cruzar la barrera del tiempo –todo en una sola mañana– es posible. La Paz espera con los brazos abiertos a todo aquel que se atreva a emprender la aventura.

La calle Jaén conserva intacto su espíritu colonial. “Es un tour en el que vamos a conocer una La Paz que muchas veces se oculta a nuestros ojos. Para quienes vivimos acá será un viaje para redescubrir nuestra ciudad”, señala Cinthia Castro, guía de turismo con 13 años de experiencia.

En la Calle de las brujas, la guía Cinthia muestra amuletos.

Primera parada: la Luna

A unos 40 minutos de viaje hacia el sur, se levanta un desierto de estalagmitas. Cárcavas de arcilla sólida y picos amarillentos crean angostos senderos en los que el viento y la lluvia aún tallan obeliscos. Es el Valle de la Luna.

Tiene una extensión de más de 40 hectáreas y es uno de los principales atractivos del municipio. Dicen que el sitio debe su nombre a Neil Armstrong –el primer hombre que pisó la luna– quien visitó la ciudad en los años 70 y quedó maravillado al ver un paisaje similar al que vio en el espacio.

“Lo que muchos no saben es que hace miles de años, al final de la era terciaria, este lugar era un glaciar y que un cataclismo lo cambió”, explica Castro.

Con la tradicional pollera de la chola paceña, guía a un grupo en medio de ese paisaje lunar. Señala cactus y madrigueras de vizcachas que habitan el sitio. “Lastimosamente la mancha urbana se está acercando mucho y pone en riesgo al valioso atractivo”, afirma.

Segunda parada, a 3.600 metros

Enormes edificios se levantan en medio del ajetreo en el que vive el centro político del país. A más de 3.600 metros sobre el nivel del mar, La Paz no deja de crecer.

Para apreciarla en 360 grados, no hay mejor lugar que el mirador de Killi Killi, una montaña que los abuelos consideraban sagrada. Desde este mismo punto, en 1781, el líder Tupác Katari dirigía el movimiento indígena que en pos de libertad cercó durante meses a la colonial Nuestra Señora de La Paz.

Ahora se ven los edificios rodeando zonas patrimoniales que se niegan a desaparecer. Se ve el Illimani, la cordillera y también –fuera de tono con su entorno– el nuevo Palacio de Gobierno.

El mirador Killi Killi regala hermosas panorámicas de la urbe.

Tercera parada: el pasado


“La Jaén es una de las pocas calles coloniales que no han desaparecido. Dicen algunos que son espíritus y seres que no pertenecen a este mundo los que se encargan de que permanezca, como un portal al pasado”, relata Castro. Angosto y flanqueado por balcones altos, este pasaje resguarda vivas las leyendas de otras épocas.

Pero la experiencia de viajar en el tiempo no está completa si uno no visita la denominada “Calle de las brujas”, en la Sagárnaga. Este bazar de amuletos, remedios naturales y mesas ancestrales es parte del ajayu paceño.

El tour exprés está disponible en todas agencias de turismo de La Paz. Para consultar operadoras acreditadas o guías especializados se puede visitar la página web: www.milapaz.travel

También es posible contratar un visita por la ciudad de La Paz a través de este enlace con un guia que habla ingles

https://bit.ly/2Gyniwc


Tres crímenes perfectos en La Paz

Nota de prensa que salio publicado en el periodico Página Siete  el día domingo 15 de Marzo de 2020 en la revista Rasca Cielos en las páginas 16 al 25

Entre 1969 y 1970, tres hechos de sangre conmovieron a la opinión pública: los asesinatos del líder campesino Jorge Soliz Román, del periodista Jorge Otero Calderón y de los esposos Alfredo y Martha Alexander, propietarios de los diarios Hoy y Última Hora de La Paz. ¿Hay crimen perfecto?

Juan Carlos Salazar del Barrio

Parecía otra de las tantas fanfarronadas con las que solía matizar sus conferencias de prensa cuando hacía alarde de su popularidad o de su proverbial valentía. “Muchos de ustedes no me quieren, me hacen la guerra, pero el pueblo sí me quiere. Acuérdense, cuando yo muera, moriré arropado por los ponchos de los campesinos”. René Barrientos Ortuño hablaba con un grupo de periodistas en el mercado de Cliza el domingo 20 de abril de 1969. ¿Presentimiento o presagio? Como todo mal augurio, llegó tarde. Recién mostró su rostro en el momento de la tragedia, el domingo 27, cuando el helicóptero del “General del Pueblo”, el “Holofernes”, se precipitó a tierra tras despegar en el pueblo de Arque. Las primeras fotos mostraron su cuerpo carbonizado, envuelto en un poncho indígena.

Barrientos Ortuño, quien asumió el poder el 4 de noviembre de 1964 mediante un cruento golpe militar, realizaba ese día una de sus habituales giras de fin de semana para departir con la gente del campo, su base política y social. Tras pronunciar un discurso en quechua, beber chicha de maíz y repartir dinero entre los asistentes, como era su costumbre, abordó el helicóptero para dirigirse a otro pueblo del valle cochabambino. En medio de la polvareda, los campesinos vieron como el piloto realizaba una extraña maniobra para eludir un cable telegráfico tendido entre dos montículos aledaños al poblado. Las aspas se enredaron en el tenso alambre y la máquina cayó en picada, incendiándose de inmediato, en medio de los alaridos de la gente.

Debido a la alta temperatura provocada por las llamas, las metralletas de los edecanes se dispararon. Las balas dejaron varios orificios en el fuselaje de la nave, dando pábulo a la versión de un supuesto atentado. Las malas lenguas lo atribuyeron a un complot para eliminarlo del escenario político. Se dijo que Barrientos Ortuño tenía la intención de proclamarse “dictador” el 1 de mayo siguiente para hacer frente al “peligro comunista”, pese a que dos años antes él mismo había derrotado a la guerrilla del Che Guevara en las selvas de Ñancahuazú y había impuesto el “orden” a sangre y fuego en las minas nacionalizadas. ilustración Leyla Manjón / DGR-UCB

Los generales René Barrientos y Alfredo Ovando
Lo cierto es que la tragedia de Arque cambió el destino de Bolivia. A la muerte del mandatario, asumió su vicepresidente, el líder de la naciente socialdemocracia boliviana, Luis Adolfo Siles Salinas –hijo y medio hermano de otros dos presidentes, Hernando y Hernán, respectivamente–, quien fue derrocado cinco meses después, el 26 de septiembre, por el general Alfredo Ovando Candia. Coincidencias de la historia, el golpe de Ovando vino acompañado de otra catástrofe aérea, en la que perdieron la vida 16 jugadores del primer equipo de The Strongest y varios políticos barrientistas.


El avión DC–6 del Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), con 74 personas a bordo, se precipitó a tierra en una zona montañosa cercana al centro minero de Viloco. El aparato fue encontrado al día siguiente completamente destrozado, con señales de haber explosionado e incendiado, lo que dio lugar, de nueva cuenta, a un sinnúmero de versiones sobre un supuesto atentado. Como ocurrió con el accidente de Arque, las miradas se volcaron hacia Ovando Candia, a quien se veía como enemigo de Barrientos, aunque las investigaciones determinaron las fallas humanas como causa de ambos accidentes.

Versiones posteriores atribuyeron la ejecución de los supuestos atentados al jefe de seguridad de Ovando Candia, Luis Arce Gómez, por entonces un joven oficial con rango de mayor, experto en explosivos, acusaciones que él siempre negó.

Arce Gómez fue mencionado también entre los supuestos involucrados en tres hechos de sangre que sacudieron a la gestión presidencial de Ovando Candia (1969/70) y que conmovieron a la opinión pública de la época: los asesinatos del líder campesino barrientista Jorge Soliz Román, del periodista Jorge Otero Calderón y de los propietarios de los diarios Hoy y Última Hora de La Paz, los esposos Alfredo y Martha Alexander, ocurridos en un lapso de 14 semanas, pero el oficial rechazó en varias ocasiones haber participado en esos atentados.

¿Quiénes fueron los responsables de esos crímenes? ¿Cuáles fueron los móviles? ¿Fue obra de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para desestabilizar al “gobierno revolucionario” de Ovando Candia, como señalaba la izquierda? O, por el contrario, ¿fue la guerrilla, como acusaba la derecha? Si no eran ni unos ni otros, ¿qué intereses movieron las manos de los asesinos?

En una extensa entrevista concedida al abogado e historiador Tomás Molina Céspedes para su libro Con el testamento bajo el brazo, Luis Arce Gómez no sólo negó haber sido el brazo ejecutor de tales hechos, como se ha especulado en los últimos años, sino que Ovando Candia los hubiese promovido como autor intelectual. “Mentira, yo no tengo nada que ver con esas muertes”, afirmó. En relación a su jefe, señaló: “Ovando en su vida dio una orden de esas (…) Ovando era un pusilánime. Se le hablaba de hacer matar a alguien y se cagaba en sus pantalones”.

El escritor griego Petros Márkaris, un clásico del género negro, dijo alguna vez que “no hay crimen perfecto, ni siquiera en una novela policiaca”, en tanto que su colega sudafricano J.R.R. Tolkien afirmó que “tarde o temprano, el crimen siempre sale a luz”. No parece haber sido el caso de los asesinatos de Soliz Román, Otero Calderón y los esposos Alexander, que, medio siglo después, continúan impunes.

Según Arthur Seldom, el protagonista de Los crímenes de Oxford, la novela del argentino Guillermo Martínez, “el crimen perfecto no es aquel que no se resuelve, sino el que se resuelve con un falso culpable”. Es lo que aparentemente pretendieron las autoridades de la época para encubrir a los verdaderos responsables. Los generales René Barrientos y Alfredo Ovando durante aquella particular Copresidencia de la República, en 1965.

Los tiempos de la ira

A nadie le llamó la atención la marcha militar que interrumpió la programación oficial de la radio estatal Illimani en la mañana del 26 de septiembre de 1969, que anunciaba un nuevo golpe de Estado, no sólo porque las asonadas eran el pan de cada día, sino porque nadie daba un peso por la estabilidad del gobierno de Siles Salinas. Lo novedoso del cuartelazo no fue tanto el “Mandato Revolucionario de las Fuerzas Armadas” que lo sustentaba –todos los golpistas de la época se decían “revolucionarios”–, como la presencia de Marcelo Quiroga Santa Cruz, Alberto Bailey Gutiérrez, José Luis Roca, José Ortiz Mercado, Mariano Baptista Gumucio y otros intelectuales de izquierda en el gabinete ministerial. ¿Qué se traía Ovando?

En todo caso, Bolivia vivía otro momento de convulsión política y estaba en estado de “máxima alerta”, como señalaban las proclamas difundidas por Radio Illimani. El país había vivido en el último quinquenio una serie de acontecimiento que marcaron el devenir histórico de la República, desde el derrocamiento de Víctor Paz Estensoro por Barrientos Ortuño, el 4 de noviembre de 1964, hasta la caída de Siles Salinas, pasando por las masacres mineras y la guerrilla del Che Guevara, en 1967.

Pero la sorpresa del golpe duró hasta las primeras horas de la tarde cuando las radios interrumpieron sus audiciones para informar que la torre de control del aeropuerto del Trompillo había perdido contacto con la aeronave Douglas DC–6B del Lloyd Aéreo Boliviano (LAB) que realizaba el vuelo entre Santa Cruz y La Paz. Al día siguiente se supo que el avión se había estrellado en una zona montañosa cercana al centro minero de Viloco. Pero no era todo. Entre las 74 víctimas de la tragedia se encontraban 16 jugadores del equipo The Strongest que retornaba a La Paz tras participar en un torneo internacional. El pesar nacional no podía ser mayor.

Más de 3.000 personas, en su mayoría mineros, participaron en el rescate de los restos de las víctimas. Como el lugar era de difícil acceso, los cuerpos debieron ser trasladados a lomo de bestia, ya que ningún vehículo podía llegar a la zona del desastre, llamada La Cancha.

No había terminado el duelo cuando el gobierno de Ovando Candia empezó a ejecutar sus primeras medidas. El 17 de octubre derogó el Código del Petróleo y nacionalizó los bienes de la Gulf Oil Company, una de las banderas de la izquierda de la época, en lo que señalaba como el punto de partida de una nueva revolución. Asimismo, estableció relaciones con la Unión Soviética y otros países socialistas, con los que suscribió importantes acuerdos comerciales.

Marcelo Quiroga Santa Cruz (der.), el hombre que nacionalizó el petróleo.

Marcelo Quiroga Santa Cruz  ( der ), nacionalizo el petroleo
Ovando Candia declaró en noviembre de ese mismo año que su régimen coincidía “en muchos puntos” con los propugnados por la guerrilla, a la que había combatido, ya que sus objetivos eran “la defensa de las riquezas naturales, la lucha contra el imperialismo y la necesidad de cambiar las estructuras”, y que el “nacionalismo revolucionario de izquierda”, propugnado por el movimiento militar del 26 de septiembre, estaba “ más cerca del socialismo que del capitalismo”, aunque –matizaba– no se alineaba a “doctrinas extranjeras”, sino que se adaptaba a la realidad del país.

Agregó que el Che –ejecutado por orden del Alto Mando, integrado por Ovando Candia– era “un hombre interesante”, pero que disentía de “la forma y los medios del cambio revolucionario” que impulsó en Bolivia durante la frustrada guerrilla de Ñancahuazú.

Marcelo Quiroga Santa Cruz, el hombre que nacionalizó el petróleo y uno de los ideólogos del régimen, fue más allá en la definición del proceso político que vivía Bolivia: “No hay sino dos vías posibles para el desarrollo: una de ellas es la capitalista y otra la socialista: La que el gobierno ha adoptado, la de la revolución nacional o del capitalismo de Estado, es un estadio dentro de la vía socialista”, declaró, aunque también matizó: “No significa que Bolivia esté caminando hacia un sistema comunista”.

Eran tiempos de cambio, no sólo en Bolivia, con gobiernos de izquierda en varios países del continente, como el de Juan Velasco Alvarado, en Perú, Omar Torrijos, en Panamá, y Salvador Allende, en Chile. En vísperas de su gira por la región, el multimillonario Nelson Rockefeller había advertido que “podría sobrevenir una revolución en Latinoamérica”. El temor al contagio cubano era latente.

Un informe confidencial de Pat. M. Halt, asesor de asuntos latinoamericanos del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, quien visitó Bolivia en la segunda semana de diciembre de 1969, había advertido en Washington de que “hay una clara tendencia en Bolivia hacia un gobierno de extrema izquierda, nacionalista y quizá comunista”.

La noticia del asesinato del periodista Jaime Otero Calderón.

Era la Bolivia de fines de los 60 y principios de los 70.

En ese contexto se produjeron los asesinatos de Soliz Román, Otero Calderón y los esposos Alexander. El líder campesino fue ametrallado en una emboscada tendida por desconocidos en la carretera Cochabamba – Santa Cruz, el 29 de noviembre de de 1969, en tanto que el periodista apareció estrangulado en su imprenta el 16 de febrero de 1970.

El hombre de negro

Un mes más tarde, el 14 de marzo, un hombre vestido de negro, con gorra de chofer, gafas oscuras y un paquete bajo el brazo, tocó el timbre de la residencia de los Alexander, en el barrio de Sopocachi. “¿Está el señor Alexander?”, preguntó. El mayordomo respondió con un “sí”. Faltaban 40 minutos para la ocho de la mañana, la ciudad se ponía en movimiento. “Me han mandado con este regalo de la embajada de Israel. Tenga cuidado. Entréguelo personalmente”, agregó el mensajero. El mozo subió al dormitorio, en el segundo piso, donde el periodista Alfredo Alexander Jordán y su esposa, Martha Dupleich, permanecían recostados hojeando el diario Hoy, propiedad de la familia. El empleado no había terminado de bajar la escalera cuando una violenta explosión cimbró la casa.

La noticia del asesinato del periodista Jaime Otero Calderón
El hijo de la pareja, Luis, subió a trancos a la estancia conyugal y se encontró con un cuadro macabro. Los cuerpos de sus progenitores yacían juntos, parcialmente mutilados, entre los escombros del cielo raso y las paredes y los restos del mobiliario, todo salpicado de sangre. Sólo dos cuadros, una figura del Corazón de Jesús y un retrato de uno de sus seis hijos, estaban intactos. A la casa de la pareja Alexander llegó un paquete bomba.

“Yo era muy amigo de su hijo Luis”, recordaría años después el pintor Alfredo La Placa, testigo involuntario del suceso. “Una mañana tenía que verme con él. Iba caminando como siempre, a paso largo, como un ciervo. Estaba llegando y sentí una explosión que venía de la casa de Alexander. Vi salir los cuerpos de sus padres y colgar de las ramas”, rememoró en una entrevista concedida a Página Siete. “Les llegó un sobre que contenía una bomba. Fue terrible”, acotó.

A la casa de la pareja Alexander llego un paquete bomba
El presidente Ovando Candia se hizo presente en el lugar de los hechos, acompañado de su jefe de Seguridad, el coronel Arce Gómez. El escenario ya había sido copado por policías y agentes de la seguridad del Estado, encabezados –¿cuándo no?– por el coronel Roberto Quintanilla. Ovando Candia lamentó el hecho. “Jamás antes se había recurrido al crimen cobarde con la elección de víctimas inocentes”, declaró. Para variar, Ayoroa Ayoroa repitió: “He dispuesto que se investigue el caso con la máxima eficiencia hasta su total esclarecimiento”.

Con celeridad asombrosa, 12 horas después del atentado, los ministros Juan Ayoroa Ayoroa y Alberto Bailey Gutiérrez anunciaron en conferencia de prensa que los organismos de seguridad habían identificado al “hombre del paquete”: Rafael Alanoca Mamani – boliviano, 28 años, tez morena, 1,56 metros de altura y de complexión mediana– cuya detención se anunciaba para las próximas horas. La seguridad del Estado lo tenía fichado como militante del Ejército de Liberación Nacional (ELN), pero el grupo guerrillero negó al día siguiente cualquier vinculación con el hecho.

En un editorial dedicado al tema, el diario católico Presencia, uno de los más influyentes de la época, afirmó que el atentado era “un eslabón criminal más dentro de una cadena”, en alusión a los asesinatos de Soliz Román y Otero Calderón; señaló los “caracteres comunes” de esos delitos, “nuevos entre nosotros”, como “la aparición de técnicas antes desconocidas”, la “impunidad con que han concluido otros casos similares” y la “preparación cuidadosa con un buen conocimiento en la técnica de utilización de armas y explosivos”.

El periodista Andrés Soliz Rada, a la sazón jefe de Redacción de Hoy, puso el dedo en la llaga en un duro artículo publicado tres días después: “Con mucha soltura se ha venido hablando de la ‘eficiencia’ del coronel Roberto Quintanilla. ¿Dónde está esa eficiencia?, preguntamos nosotros. ¿Cuál ha sido el resultado de las investigaciones en los asesinatos del dirigente campesinos Jorge Soliz, del político Jaime Otero Calderón y ahora del periodista Alfredo Alexander? (…) En cambio esa eficiencia sale a relucir con precisión de computadora electrónica apenas los militantes del ELN realizan el menor movimiento”. ilustración Ana Medinaceli / DGR-UCB

En la misma línea, lamentó que los servicios de seguridad del Ministerio de Gobierno hubiesen “utilizado a dos ministros de Estado para que calumnien a una persona por un crimen que, según todas las apariencias, no lo cometió”. ¿Se pretendió desviar las investigaciones? Era la sospecha generalizada.

En un discurso posterior, Ovando Candia culpó del atentado a “la izquierda cipaya, los insinceros juristas de un izquierdismo diletante, cegados por la frustración y resueltos a destruir la única revolución viable en razón de nuestras circunstancias geopolíticas”; y a la derecha , “la suma de los grupos oligárquicos nativos y de aquellos sectores puestos al servicio del imperialismo, atemorizados por la idea de que pudiera limitarse la condición de privilegio de que siempre gozaron y sin poder resignarse a la pérdida del poder político”.

Pero los culpables no aparecían. Ya no se hablaba del ELN ni de Rafael Alanoca Mamani. El diario Hoy expresaba su indignación con una pregunta que repetía cada día en su primera plana, sin obtener respuesta: “¿Dónde están los asesinos? Nadie dice nada. Nadie sabe nada del crimen que más conmocionó al país”.

Años después comenzaron a circular las versiones que vinculaban el hecho con el supuesto contrabando de armas. No sólo el de los Alexander, sino también el de Otero Calderón.

Citando diversas fuentes, en su documentada biografía de Klaus Barbie (Klaus Barbie, Un novio de la muerte), Peter McFarren y Fadrique Iglesias sostienen que la operación del “desvío de armamento comprado por el gobierno de Bolivia” se concretó durante el gobierno de Barrientos Ortuño, para ser enviado a Israel, cuando el estado israelí estaba sometido a restricciones internacionales a causa de la Guerra de los Seis Días (1967) con una coalición árabe. La información habría llegado a las manos de Alexander Jordán, quien se desempeñaba como embajador de Bolivia en Madrid.

El periodista español Eduardo Gil de Muro, autor de Alfredo Alexander Jordán: biografía heroica de un periodista boliviano, citado por McFarren e Iglesias, considera la hipótesis como una “certera posibilidad”. Según escribió, “tanto Barrientos como Ovando Candia temieron que Alexander tuviera más conocimiento de aquel embalaje que hubo con las armas de Israel y entonces se procedió a la ejecución de Alexander y de otra desaparición más. Es una plausible explicación”.

Las versiones no sólo apuntan a Arce Gómez como supuesto implicado, sino también a Klaus Barbie, el exoficial nazi de las SS y la Gestapo muerto en prisión en Lyon, Francia, en 1991, tras ser expulsado de Bolivia. Se dice que Barbie utilizó la Transmarítima Boliviana, una empresa pública creada por el Estado boliviano para llevar la bandera nacional en el marco de la reivindicación marítima. Barbie era el gerente. Sin embargo, como sostienen McFarren e Iglesias, “la feliz idea del emprendedor Altmann (nombre que utilizaba Barbie en Bolivia) tenía un poderoso trasfondo encubierto, mucho más apetecible: el tráfico clandestino de armamento y de mercadería a través de los mares”.

Álvaro de Castro, quien fungía como representante de Barbie en Bolivia, aseguró a McFarren e Iglesias que hay una “relación directa” entre el atentado y el gobierno de Alfredo Ovando Candia y responsabilizó del hecho a Arce Gómez, aunque matizó: “Yo he escuchado que él llevó el regalo. Curiosamente fue Arce Gómez a España becado luego. No estoy seguro, he escuchado”.

En la extensa entrevista que le concedió al abogado e historiador Tomás Molina Céspedes para su libro, el ministro del Interior de la dictadura de García Meza, quien cumple condena en el penal de alta seguridad de Chonchocoro, negó cualquier vinculación con el supuesto tráfico de armas y, por supuesto, con el crimen. “Yo no sé nada de ese tráfico, en lo único que intervine fue en el tráfico de armas para (el líder libio Muamar) Gadafi “, respondió a la pregunta que le formula su interlocutor. Y reveló que por esa operación Ovando Candia le pagó una comisión de 500.000 dólares.

Según Arce Gómez, él recogió las armas –un lote de pistolas USI– en Israel e hizo el trasiego en alta mar a un buque belga, que lo llevó a Libia, por entonces gobernada por Gadafi, en noviembre de 1969. Alexander –dijo en otra parte de la entrevista– “estuvo relacionado con otro negocio de armas para Israel. A los Alexander los mataron los árabes al enterarse de estos negocios que había hecho con Israel”.

En la misma entrevista, negó haber participado en los otros asesinatos. “Cuando la muerte de Jorge Soliz yo estaba en Israel con el tema de las armas para Gadafi”, relató. “Lo malo es que todas esas muertes me las achacan a mí”, lamentó.

Las investigaciones del caso, así como de los asesinatos de Jorge Soliz Román y Jaime Otero Calderón, estuvieron a cargo de Roberto Toto Quintanilla, jefe de Inteligencia del ministerio de Gobierno, pero el investigador fue asesinado el 1 de abril de 1971 en Hamburgo por Monika Ertl, militante del Ejército de Liberación Nacional (ELN) e hija de Hans Ertl, camarógrafo alemán de Leni Riefenstahl, la cineasta nazi de Adolfo Hitler.

Quintanilla, quien intentó culpar a la guerrilla de los crímenes, se llevó a la tumba esos y otros secretos de la sangrienta represión política de los años 60 y 70 del siglo pasado.

Epílogo macabro

En su autobiografía Así viví (Grupo Enfoques, 2017), Cucho Vargas, codirector del diario Hoy cuando se produjo el doble homicidio, revela la “operación macabra” que cerró el capítulo del atentado.

Según el periodista, el hijo del matrimonio, Luis Alexander Dupleich, “se encargó de juntar los restos de sus padres en dos bolsones”. Como no habían hornos crematorios en La Paz, le preguntó: “¿Qué hacemos?”. Cucho le sugirió quemarlos. “Podría ser en mi casa que tiene un espacio muy grande al fondo. Es una forma de guardarlos en cenizas”, le dijo.

Y se pusieron manos a la obra. Trasladaron los restos en las dos bolsas, mientras “el velatorio se llevaba adelante en dos ataúdes vacíos”. Luis trajo un turril grande de su casa. “Él, sólo él, se encargó de introducir los restos en el barril”. Lo llenaron de gasolina y le prendieron fuego. “Se veía la llama que emergía del barril y el humo que se elevaba más y más”, relató.

La “macabra cremación” duró cuatro días. “El entierro, entretanto, contó con una muchedumbre con dos ataúdes que portaban sólo piedras. Esa gente estaba compungida y muchos de los dolientes pedían a gritos: ¡Justicia… Justicia!”.

La justicia nunca llegó, ni para los Alexander ni para Otero Calderón ni para Soliz Román. La incineraron los poderes ocultos que buscaban encubrir secretos inconfesables o delitos mayores. Miguel de Cervantes dijo alguna vez que “los delitos llevan a las espaldas el castigo”. No fue el caso de los “crímenes perfectos” de los viejos tiempos de la ira.

* Este texto fue publicado en su versión completa en el libro Prontuario. Editorial 3600, La Paz, 2018.

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