La ciudad de La Paz recuerda la riada que dejó 60 muertos y cambió las políticas de prevención y atención de riesgos en el municipio. “Ahora estamos preparados”.
Leny Chuquimia / La Paz
Febrero 19 de 2002. Cerca de la plaza Eguino con las polleras completamente empapadas una mujer llora desesperadamente. De rodillas, en medio del agua, el lodo y el granizo clama con los brazos en alto: "Perdón Señor, ¿qué siempre hemos hecho? Ya no nos castigues”.
La ciudad entera acompaña su pena. No hay energía eléctrica, las calles de todo el centro paceño están inundadas y la radio reporta la declaratoria de La Paz como "zona de desastre”.
Lugares donde afecto la granizada |
"Aquel martes se oscureció toda la parte de Munaypata, en el centro de la ciudad aún no se sentía mucho. Prácticamente fue allí donde empezó el problema”, relata 15 años después Freddy Miranda. El era entonces el jefe del Retén Municipal de Emergencias.
Entre relámpagos una columna de nubes grises se abría paso desde la parte norte de la hoyada. Eran las 14:40 y la noche parecía haberse anticipado.
La cabecera del río Apumalla -que se extiende por la avenida del mismo nombre y atraviesa la Manco Kapac, la Eguino, la Murillo, San Francisco y la Santa Cruz- fue la primera en presentar problemas. Decenas de llamadas dieron la alerta. "En esas primeras llamadas la gente pedía auxilio, reportaban problemas por el agua pero no hablaban de granizo”, recuerda Miranda.
Con el paso de los minutos las llamadas aumentaron y saturaron las líneas telefónicas. "Cayó el granizo en todo el centro hasta el ingreso a Calacoto. Había empezado el desastre”.
Cerca las 15:00 las calles del centro se llenaban de agua. El granizo se acumulaba en techos, cunetas, sumideros y calles.
"En segundos el agua aumentó y todo se ha vuelto un río. Arrastraba palos, basura, tierra y bloques grandes de hielo. Los puestos como si nada se llevaba”, recuerda doña Angélica Larico, una vecina de la zona del Tejar.
Calle Honda |
Pronto se iba a sumar el desborde del Choqueyapu y la inundación de las bóvedas de los generadores de Electropaz que dejó a varias zonas sin electricidad. Horas después el entonces presidente Jorge Quiroga declaraba a la ciudad como "zona de desastre” y decretaba duelo.
Personas que no volvieron
En medio de la tormenta, cerca al Nudo Vita, en un garaje, 20 carros quedaron sepultados. En la avenida otros vehículos eran arrastrados por el agua.
Rosalía Silva, de 36 años, iba en uno de ellos que su esposo conducía. "Cerrá todo. Nos vamos a quedar aquí adentro”, le dijo él al ver que el agua ingresaba a raudales y los empujaba.
"Pero ella no quiso, le respondió que tenía dos hijos por quienes tenía que vivir. Salió del auto pero no logró siquiera cruzar la calle. Se la llevó el agua”, cuenta ahora su hija, Noemí.
El cuerpo de Rosalía Silva fue rescatado muchas calles abajo, en la Murillo, aún con signos de vida. Murió camino al hospital y no fue la única víctima.
Otrra imagen de la calle Honda |
Como si fueran bolsas, la fuerza del caudal se llevaba consigo a decenas de mujeres, varones y niños. Los cuerpos eran golpeados contra postes y aglomeraciones de vehículos abandonados.
Los ciudadanos alarmados formaban cadenas humanas para sacar a las víctimas de las aguas. Anclados con los brazos, amarrados con cinturones y chalinas, varios grupos trataban de vencer a la corriente. En la Costanera algunos lograron trepar a los árboles; sin embargo, fueron devorados por la crecida del río.
Con mucha dificultad, el jefe del Retén Municipal logró llegar hasta San Pedro para evaluar la situación. Cerca a la plaza, junto a funcionarios del Edificio Técnico, logró salvar del agua a una señora enganchándola con una soga a una camioneta.
La calle Honda, en pleno centro, fue la más afectada. Por el tipo de estructura que le da el nombre, la vía se llenó de granizo desde el subterráneo de San Francisco hasta la Mercado. Todos los establecimientos se inundaron. Entre ellos, cinco casas patrimoniales, en las que al menos 10 personas perdieron la vida ahogadas o asfixiadas.
Los cuerpos no fueron rescatados sino hasta tres días después del desastre. Miranda aún recuerda cómo una de las casas colapsó mientras sus habitantes saltaban por las ventanas.
"Había gente atrapada. Los familiares pedían maquinaria para ayudarles pero no había paso, el trabajo debía ser a mano. Voluntarios y funcionarios sacaron toneladas de granizo”, dice.
Sacándose los zapatos y remangándose los pantalones, todos los transeúntes voluntarimente colaboraban en la labor. En medio de la calle rompieron el granizo compactado con palos en busca de alguien, de algo.
Sin mucho esfuerzo tres cuerpos salieron a flote. "Ayuden a sacar”, gritaban. La desesperación se apoderó de los presentes y la Policía tuvo que hacer uso de los agentes químicos.
Miranda habla de aquel día con dolor. Frunce el ceño al recordar cómo el agua arrastraba a las personas sin que nadie pudiera hacer algo contra la naturaleza. "Entre el inicio de la emergencia, el coordinar las acciones, el reunir a las personas para ayudar, llegar a los lugares y rescatar a las primeras personas pasaron 45 minutos, 45 minutos en los que hubiéramos podido salvar más vidas”, lamenta.
La lista oficial consigna 45 adultos y 17 niños fallecidos. A éstos se suman decenas de desaparecidos, de los que no se recuperaron los cuerpos.
"Después de esa tragedia se creó el primer centro de Operaciones para Emergencias. Hoy un desastre como ése no debería volver a ocurrir”, asegura.
Un velorio anónimo
4:00 del 20 de febrero de 2002. En la plaza principal de El Palomar -a 35 kilómetros de La Paz- la voz del megáfono despierta al pueblo: "Desastre. La ciudad ha sufrido una riada hay varios desaparecidos. Piden ayuda para buscar los cuerpos”.
En menos de 15 minutos 700 comunarios bordean el río, cuyo nivel empieza a bajar. Se atan con cuerdas y en grupos rastrillan la zona. ¡Aquí están!, alertan.
Con cuidado, las mujeres limpian los cuerpos sin vida, entre ellos el de un bebé. Los envuelven en frazadas y los llevan a la capilla. Ahí cubiertas con telas negras y con flores amarillas en las manos los lloran a la espera de que lleguen los familiares.
El periódico La Prensa reporta que aquella madrugada los comunarios sacaron cuatro cuerpos, tres eran de una familia. Los esposos fueron reconocidos por sus anillos, eran iguales y tenían la misma fecha grabada.
Hasta 24 horas después de la granizada varios cadáveres fueron encontrados en Huayhuasi, Río Abajo y Valencia. Días después otros tantos aparecieron en La Asunta (Yungas).
Esa noche La Paz fue más triste. Llanto, silencio, la imagen de esa mujer clamando a los cielos mientras la gente corría despavorida ante un aviso: "El depósito se hunde, el edificio se va a caer”.
Historico
EL Senamhi reportó niveles de precipitación de hasta 41 litros por metro cuadrado, muy por encima de los 32 litros caídos en 1976, que tenía el récord.
Daños
La comuna calculó cerca de 10 millones de dólares en pérdidas materiales. Las pérdidas personales llegaron a 62 muertos, más de un centenar de heridos y al menos 50 personas desaparecidas.
Ayuda
Miranda señala que alrededor de 5.700 personas, entre funcionarios y ciudadanos voluntarios, trabajaron por 22 días para reconstruir La Paz. En turnos de ocho horas hacían el rescate, demolición, limpieza y rehabilitación.
Transporte
La noche del siniestro EMBOL sacó a las calles 155 camiones para el traslado entre La Paz y El Alto, uno recogía niños que no lograban encontrar a sus padres.
Donaciones
Los radiotaxis La Paz y Exel instruyeron a sus móviles recoger donativos, ropa, alimento y medicamentos. El Coliseo Cerrado, el estadio y la Piscina Olímpica albergaron a centenares de damnificados
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