En los corredores del Teatro Saavedra Pérez, los vivos caminan entre fantasmas y duendes que se niegan a partir. Aquí, ésas y otras historias de miedo.
Leny Chuquimia / La Paz
Fantasma: figura irreal, imaginaria o fantástica, normalmente incorpórea, que alguien cree ver. Imagen de una persona fallecida que se aparece a alguien.
Esa es la definición del diccionario... pero no todos están de acuerdo con ella. Quienes dicen que conviven con fantasmas los definen como seres que tras su muerte se niegan a dejar sus sitios y seres que amaron en vida.
Ingreso a las oficinas del Teatro Municipal Alberto Saavedra Perez |
Hace 27 años, Inés Cortés empezó a trabajar en vestuario del Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez. Una tarde oyó tocar el piano, música que la llamaba como un hechizo. Por oscuros pasillos y gradas era guiada por el sonido de aquellas bellas melodías.
"Cuando vine a trabajar acá no sabía que había fantasmas. ¿La forma en que me enteré? uff...”, expira mientras recorremos el Teatro de Cámara y sus conexiones con el Municipal.
Aquella tarde -asegura Cortés- la música la convocaba. No podía dejar de oírla. Sentía curiosidad por saber quién era aquel músico virtuoso. "Pensé que era alguien que se preparaba para su concierto. Pero no era así”.
Al llegar al escenario lo encontró vacío. La música volvió a oírse debajo el piso. "Bajé a la sala y vi a un hombre de espaldas. Llevaba un frac negro y un sombrero oscuro de copa alta”.
Inmediatamente le brotó sangre de la nariz y le empezó una fiebre que le duró tres días. Sus compañeros le dieron después la explicación: doña Inés había visto al Tío Ubico, el fantasma del Teatro Municipal.
"El Tío Ubico es el fantasma del actor y dramaturgo Wenceslao Monroy (1881 - 1954) que decidió quedarse acá, en el teatro. Es bueno con quien lo quiere, pero es malo con quien no”, explica don Pedro Ramos, el actual encargado de tramoya.
Moreno, de voz y manos cálidas, luce para la entrevista un abrigo largo y gris -como su cabello- con un encaje hecho a mano en los puños. "Ponte un sombrero como el Tío”, le dicen los trabajadores mientras él se afana para hablar.
Don Pedro ramos en entrevista tras bambalinas |
"El teatro es una historia grande, podríamos hablar tardes enteras”, dice. "Se inauguró el 18 de noviembre 1854 y es el más antiguo de Sudamérica. Yo trabajo aquí apenas 18 años”, comenta.
Sentado detrás del escenario, bajo una luz violeta, se frota las manos con algo de nerviosismo.
"Por el escenario pasaron centenares de bailarines, músicos y actores que han sido víctimas de sus travesuras. Pero a mí nunca me ha hecho daño, sí me ha llamado la atención, pero nada más”.
Luces que se prenden o apagan, cortinas que se abren o cierran, vestuario e instrumentos que cambian de lugar o se esconden, son parte de las anécdotas. "A algunos les anuncia. ‘Ya es hora de entrar’, les grita”.
"Después de una función, ya quería irme porque eran las 2:00. Estaba recogiendo solo y de repente las luces de la parte de arriba se encendieron y las cortinas se abrieron”, cuenta.
¡Quién es! gritó, a modo de llamado de atención a quien pensó era uno de sus compañeros.
"Unos pasos rápidos volvieron por las escaleras, apagaron la luz y volvieron a cerrar las cortinas. Fui a alcanzarlo para ver quién era, pero estaba yo solo”, asegura con los ojos grandes.
Las luces se prenden y se apagan |
Pero no es el único ser que ronda en el Municipal. Cortés asegura que a partir de las 17:00 los fantasmas empiezan a vagar.
"Galería es su sitio favorito”. En el corredor debajo de los asientos de esta sección siempre se oyen pasos, hasta cuando hay función. "A muchos les tocan el hombro o les soplan el oído”.
El público a menudo reporta haber escuchado pasos, haber visto sombras y duendes. "Incluso han visto gente pequeña correr y esconderse”, dice la actual boletera. Estos seres son parte de los muchos secretos que el teatro guarda celosamente entre sus espesas paredes y capas de pintura. Aún hoy quedan espacios que nadie recorrió.
"Hace años en boletería apareció una mancha de humedad. La abrimos y encontramos un túnel, era pequeño, había que entrar a gatas. Entraron hasta una parte, pero el frío era intenso y daba miedo y algo más”, comenta. Nadie se atrevió a seguir el túnel ni ver a dónde conducía, por lo que fue nuevamente sellado.
Al salir del teatro, aún oscuro y vacío, desde el escenario se oye una vez más el piano. Cada vez más claro y dulce su melodía parece decir: "Ven, ven”.
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