Música en ritmo de merengue interpretado por Jorge Eduardo y dedicado al campeón Bolivar
fuente: https://www.youtube.com/watch?v=MwJvsgSN5KE
Homenaje a la ciudad de La Paz Bolivia y al Bicentenario de su grito libertario. Guia turistica del departamento de La Paz. Destinos turisticos de La Paz Bolivia
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Canciones dedicadas a La Paz
El “Hernando Siles” y sus Fantasmas
Este reportaje salio publicado en el periodico Los Tiempos de la ciudad de Cochabamba
Fuente: http://eju.tv/2014/05/el-hernando-siles-y-sus-fantasmas/
Fuente: http://eju.tv/2014/05/el-hernando-siles-y-sus-fantasmas/
PARANORMAL | EN ESTE LUGAR HAN OCURRIDO Y OCURREN COSAS INEXPLICABLES. PARA QUIENES TRABAJAN EN ÉL NO HAY QUE TEMER, PERO PARA CUALQUIERA EL LUGAR INFUNDE MUCHO RESPETO.
El Siles de La Paz es el principal estadio deportivo de Bolivia. Los Tiempos
LOS TIEMPOS
“Antes que nada le pido que toquemos este tema con mucha seriedad”, aclara el administrador del Estadio Hernando Siles, Eduardo Flores Rodríguez, quien trabaja ahí desde hace 28 años con quien converso luego de haber sacado fotos y conocer el lugar. Sin dudarlo, accedo de inmediato.
En mi forma de encarar este reportaje de manera diferente a las que ya se habían hecho, quise saber si podía ser capaz de hacer las fotos yo sola, sin ninguna guía (además los porteros estaban ocupados) y luego que el administrador me contase las historias de “fantasmas”, que a raíz de lo sucedido con la filmación de la cadena deportiva Fox Sports se habían vuelto virales en las redes sociales.
En una toma del partido entre The Strongest y Defensor Sporting de Uruguay, se ve una figura en la curva norte que corre a exagerada velocidad y que parece traspasar una malla de alambre para confundirse con la multitud de general y desaparecer en ella. “Fantasma”, pensaron muchos, pero la versión luego se desmintió y se explicó que simplemente era un cafetero yendo a recoger cambio o un fanático que entró a último momento en el encuentro, (entre muchas otras versiones escépticas).
Para el caso de la presente nota eran las 4.30 de la tarde de un jueves y en la cancha había un grupo de niños y jóvenes en un taller para arqueros. El sol brillaba al mejor estilo paceño: quemante y muy cerca. Le dije al administrador que me atendió gentilmente, que venía de Cochabamba, era periodista de Los Tiempos y quería sacar fotos del lugar donde había clasificado hace poco un equipo boliviano a cuartos de final en la Libertadores. Toda una hazaña.
Eduardo Flores me dijo que pasara libremente, excepto por una parte en la que están arreglando unas butacas, y yo no le dije nada de los fantasmas porque me imaginaba que estaba harto de hablar del mismo tema, pensaba hacerlo en medio de una posterior charla más extensa. Así sucedió.
MI EXPERIENCIA
Con la cámara en la mano comencé a sacar fotos, a hablar con los chicos que estaban allí para la charla del arquero argentino, con unos ayudantes de campo y con una señora que estaba limpiando y que me explicó que ella recién venía por primera vez al campo y que sólo le parecía “muy grande para limpiar”.
Yo tenía la información de lo que había escuchado entre los programas de televisión sobre el supuesto fantasma, enfilé a los camarines de los jugadores primero. El pasillo que conduce a ellos es húmedo y no tenía luz eléctrica. Los diferentes túneles se adentran a las entrañas del estadio que son cada vez más oscuras, pese a la luz de afuera, pero no dan miedo. Por lo menos no esa parte.
Había escuchado que el sitio donde están los camarines de los árbitros era lo más pesado, pero también estaba más lejos, así que lo dejé para después. Me impresionó el deterioro en el que está esa parte del centro deportivo, nada acogedora para los jugadores, pero estaba absolutamente tranquila.
Cuando tocó la parte de los árbitros, algo cambió. Yo no estaba predispuesta porque aunque creo en energías y otras cosas, los fantasmas como tal nunca me han convencido, pero el lugar además de ser tan oscuro, húmedo y lúgubre como el camarín de los jugadores, tiene una vibra pesada que hace que inexplicablemente se aceleren la respiración y el corazón. Es un pasillo largo, con paredes, techo y piso de cemento y con muestras de humedad en cada esquina y sobre todo en el techo. Está pintado de blanco, pero la pintura se descascara en muchos lugares dándole una apariencia aún más fantasmagórica.
Yo me iluminaba con la linterna del celular y sacaba las fotos sin movimiento y con flash, desde donde la reja con candado me lo permitía, cuando en una de las tomas vi como si hubiese alguien agazapado en una esquina, iluminé y el bulto tenía encima como una tela verde oscura, casi de color militar, pero estaba agachado, parecía una persona. En las fotos que publicamos no está, sólo existe en la misma secuencia de fotos, una sombra que podría ser explicada por la luz del flash, pero yo no lo entiendo así. Había algo ahí abajo. Y todo estaba cerrado con candado, como me explicó el administrador después, con una sonrisa tranquilizante y complacida cuando le conté de mi experiencia, así que cuando el hombre me pidió tocar el tema con seriedad, yo, que había entrado al campo de juego con una actitud diferente, estuve totalmente de acuerdo con él: No había nada gracioso en el tema.
CON USTEDES, EL ESTADIO…
Construido en 1926 por el arquitecto Hugo López Videla, el Estadio Hernando Siles es el centro deportivo más importante de Bolivia. Tiene capacidad para 41.770 personas y es temido por los visitantes del extranjero porque es el que más alto está en el mundo, a 3601 metros sobre el nivel del mar; por ello, el “fantasma de la altura” es una figura conocida en los partidos en los que se juega frente a algún visitante.
El Estadio fue objeto de una gran polémica que unió como pocas veces a los bolivianos cuando la FIFA quiso vetar los partidos oficiales y de eliminatorias a lugares con más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Allí nació el lema “Se juega donde se nace”, y toda una campaña que terminó con la aprobación momentánea del Estadio para ser sede internacional (debía construirse uno a menos de 3.000 metros para las eliminatorias del 2014).
Construido en la zona antes llamada Poto Poto y hoy Miraflores, y llamado así en honor de Hernando Siles Reyes, el 31er presidente de Bolivia (1926 – 1930), es el punto de encuentro por excelencia de los paceños y aunque con bastantes desarreglos que deben ser atendidos con urgencia, cumple su papel de centro principal deportivo y también sede de encuentros y conciertos. Fue abierto en 1931 con un partido entre The Strongest y Universitario, en el que The Strongest ganó por 4-1: Es el estadio local de dos equipos bolivianos ligueros, The Strongest y Club Bolívar.
Pero antes de que fuera centro deportivo, en ese lugar había lecherías y cementerios clandestinos. Muchos cementerios clandestinos. Quizá eso explique un poco a los fantasmas que deambulan por ahí.
Además en el Estadio ha habido varias muertes violentas, así que todo esto, sumado a los testimonios de los mismos trabajadores del lugar, hace dudar al más escéptico.
“CON SERIEDAD”
En la misma foto tomada en secuencia sin movimiento, se ve una sombra. Es en los camarines de los árbitros. Foto Mónica Oblitas, Los Tiempos.
“Yo le doy mi opinión sobre el tema de actividades paranormales en el Estadio pero, con el respeto que merecen aquellas personas que tocan el tema, hay que hacerlo con seriedad. En algún momento parecería que tratan este tema de manera fugaz y no con la seriedad necesaria, incluso como una chacota, y este tema no da para eso ¿verdad?”, me pregunta Eduardo Flores con la seguridad de la respuesta, “absolutamente, tiene Ud., razón”, le contesto yo, recuperando el aliento después de mi experiencia.
Eduardo Flores Rodríguez está muchos años al frente de la administración del Estadio Hernando Siles, su oficina queda cerca de la puerta 6, y aunque fría trata de parecer un lugar alegre. Flores es un hombre delgado, de nariz afilada y gestos que parecen estudiados, además de tener una voz y palabras de profesor de colegio. Se lo puede imaginar perfectamente viviendo con los espíritus que rondan el lugar porque él se siente cómodo con ellos. “No están para hacer daño, simplemente están intranquilos”, dice, mientras me cuenta su anécdota más importante.
“Corría el año de 1993, justamente cuando nuestra Selección por primera vez le gana a la de Brasil por la eliminatoria al Mundial, y primera vez que Brasil perdía en este campeonato de eliminatoria. Ese resultado constituyó un evento de características muy especiales, el día había sido muy duro para nosotros en materia de trabajo por la responsabilidad que significa tener un escenario totalmente abarrotado de gente, y obviamente estábamos cansados. Cuando finalizó el partido y las sombras de la noche se asomaban, estamos hablando de las 19.00 más o menos, yo me alistaba para partir a mi domicilio, entonces al dar un último vistazo para ver si estaba funcionando el riego automático, salgo a la pista atlética y veo a una docena de niños haciendo rebotar un balón. Al portero de turno, que era don Constantino Illave, le pregunto por dónde habían entrado esos niños, a lo que él me mira sorprendido y corre a sacarlos, mientras yo espero en mi oficina para saber por dónde habían entrado ya que todo estaba cerrado, pero don Constantino no volvía. Entonces salgo y lo veo parado en el centro del campo de juego viendo a su alrededor y me grita “no hay”. ¿Cómo que no hay si Ud., mismo los está yendo a sacar?, le digo, pero nada. No había nadie. Sólo nos miramos, ya el cansancio era grande, y los dos decidimos irnos sin respuesta. Al día siguiente lo llamo y le pregunto y él me dice que los había visto efectivamente, pero que mientras se aproximaba uno por uno iban desapareciendo, incluyendo el balón.”
Para Eduardo Flores esa experiencia ha sido importante porque la compartió con el veterano portero, pero hay otra en la que 40.000 personas pudieron atestiguar algo que él, que conoce a la perfección el funcionamiento del campo, atañe también a alguna fuerza paranormal.
MUERTES VIOLENTAS
Era un partido de la copa Libertadores, donde jugaba Bolívar con el club América de México. Mientras se jugaba la primera parte del encuentro, y con Eduardo Flores en la sala desde donde se maneja el riego automático, el hombre vio una sombra entrando por la puerta por lo que se quedó expectante, seguro que alguien quería sorprenderlo, pero no pasó nada, al contrario, cuando vio la cancha, en el campo de juego los aspersores (que sólo se manejan desde esa sala) comenzaron a funcionar y a regar el césped sobre los mismos jugadores.
El sorprendido árbitro detuvo el cotejo por unos minutos y sin que nadie apriete ningún botón, los aspersores se apagaron.
“Allí habían 40.000 personas, así que tengo testigos. Por eso es cuando se presentan este tipo de actividades considero que hay que tratar el tema en serio.”
Para rematarla está el accidente en la década de los ´60, cuando el Estadio, en la zona de preferencia de hoy, todavía tenía una piscina que era alimentada por un estanque que estaba rodeado por una pared de adobe. “Era un partido de fútbol al que mucha gente asistió y cómo no alcanzaban los asientos, se subieron a la pared de adobe que se derrumbó. 15 personas murieron ahogadas”.
Otra vez, en la década de los ’90, una noche de un partido de Bolívar esta vez con San José de Oruro, Flores nuevamente era el último en irse del lugar y estaba en el campo de juego para la última revisión, cuando vio a “un bulto en el sector de butacas. Llamo al portero para decirle que quizá era una persona que se había quedado dormida, como ya había ocurrido en otras ocasiones, cuando el portero me grita que el bulto ‘no responde’, subí y era un hombre al que le había dado un ataque cardiaco y que estaba muerto. Tuvo que venir la Policía y levantar el cadáver.”
Otra vez en Recta una persona alcoholizada cayó desde la bandeja alta hasta la de abajo y se destrozó el cráneo. “Muchas personas me han explicado que el hecho de que hayan existido muertes sin la extremaunción correspondiente podía dar lugar a esta tipo de actividades inexplicables”, dice Flores. Además está el hecho de que muchas personas lleguen al lugar con cargas positivas y otras con cargas muy negativas, y que “acá se descargan todo tipo de emociones lo que también puede influir. Eso sí, no hay una vibra mala, no tiene ninguna influencia ni para el escenario ni para las personas que estamos en él, yo las tomo como experiencias que se me han presentado y que las he vivido, pero nada más. No tengo miedo, nunca nos ha afectado la salud ni nada”, dice un positivo Eduardo Flores, como si quisiera convencerme.
Aunque el Estadio ha sido bendecido por un sacerdote hace muchos años, de acuerdo a mucha gente es necesaria una nueva misa para dejar a los presentes (y algunos ausentes) más tranquilos. Por parte de esta periodista, no quedan dudas de que hay algo inexplicable en el poderoso y mítico Hernando Siles.
Por Mónica Oblitas, Los Tiempos
Historia del puente de las americas en La Paz Bolivia
Esta historia salio publicada en la revista miradas que es parte del periodico pagina siete el domingo 24 de febrero de 2013 páginas 22, 23 y 24
El investigador ingles David Satterthwaite asegura que las edificaciones en particular y el desarrollo citadino, en general, de las urbes latinoamericanas responden a las necesidades de las personas de menore ingresos
La aguda observación del académico británico se ajusta a la perfección a los hechos que dieron lugar a la construcción del Puente de las Américas entre Sopocachi y Miraflores. El tendido de este viaducto, hoy esencial para la ciudad, sería postergado, a partir de principios del siglo XX, en tres ocasiones y no se habría convertido en realidad de no ser por los impactos socioeconómicos del Decreto Supremo 21060, que causó un inusitado crecimiento demográfico en La Paz.
Nace el proyecto
Imponente como una telaraña que se aferra a los farallones del cañón del río Chili, en la ciudad de Arequipa, se levanta el puente Bolívar.
Cuando en 1913 se diseñó un puente para unir Miraflores con Sopocachi, se pensó en el concepto del viaducto Bolívar de Arequipa como base para construir uno parecido en la gran garganta que deja el río Choqueyapu a su paso en medio de ambos barrios.
La finalidad de dicho puente paceño era netamente económica, ya que para 1913 la población paceña se empezaba a vincular por medio de modernas vías férreas con los puertos del océano Pacífico, lo cual hizo que la urbe contemplara mejorar su infraestructura para tal suceso.
En dicho plan ya se veía a la entonces zona rural de Miraflores como el centro de equipamiento municipal de la vertiginosa ciudad del Illimani. Sopocachi también figuraba como el futuro gran centro residencial de la misma. Por este motivo era necesario unir a las dos zonas.
El arquitecto Álvaro Cuadros en su obra La Paz afirma que para 1909 se hizo un censo urbano con la finalidad de establecer las futuras pautas de la ciudad. A base de dicho censo se estableció que el norteño barrio de Challapampa cumplía con todas las condiciones para ser la sede de los primeros equipamientos fabriles del valle de Chuquiago.
En las proximidades de Challapampa se desarrollaron importantes enclaves industriales como Pura Pura y Achachicala.
Challapampa se convirtió en el barrio obrero de La Paz y, por ende, en la zona con menores ingresos por persona de todo el distrito paceño. Este aspecto hizo que la dinámica de expansión urbanística de la ciudad se extendiera según el ritmo de crecimiento de aquel barrio.
Bajo ese signo vertiginoso nacieron los norteños barrios de Villa Victoria y los asentamientos permanentes de la avenida Buenos Aires e Illampu.
Estas dinámicas urbanas hicieron que Sopocachi fuera opacada por la importancia comercial del centro y el norte de la ciudad. Dicho barrio, por entonces sureño, sería tan sólo un área inmobiliaria para la emergente clase alta paceña.
Por tanto, el proyecto del puente que pretendía unir a Sopocachi y Miraflores reposó en los archivos del municipio por su condición supuestamente innecesaria.
Resurge el puente
Sin embargo, a partir de 1935 la dinámica urbanística comenzó a cambiar y con ella también Sopocachi.
Según la Monografía Económica de la colección La Paz en su Cuarto Centenario, la producción de cemento en La Paz se incrementó en un 39% entre 1935 y 1936, lo cual superó ampliamente el crecimiento entre 1933 y 1934, que tan sólo llegó al 27%.
Este suceso obedeció principalmente a la expansión urbana de la ciudad de La Paz con motivo de la construcción de las avenidas Mariscal Santa Cruz y Camacho a partir de 1936; ambas vías troncales unieron al dinámico norte de la comuna con las zonas de Sopocachi y Miraflores.
Para 1948, el entonces municipio de La Paz resucitó la idea de concebir un puente que uniera Miraflores y Sopocachi.
En ese período se presentaron dos proyectos, uno firmado por el entonces técnico del municipio paceño el ingeniero Vicente Burgaleta y el otro concebido por la firma alemana Stahlbau Rheinhausen.
El proyecto ganador fue el de la firma germana, que se componía de un puente de estructura metálica que debía partir del final de la calle Belisario Salinas en Sopocachi hacía las vías Chichas y Loza de Miraflores.
Pero la iniciativa no se consolidó por problemas técnicos y financieros.
En 1951, el geólogo alemán Erich Haberfelner determinó que el puente debía ser construido desde el final de la calle Pedro Salazar, en Sopocachi, para asegurar una mejor cimentación de los pilares y porque se dudaba de la estabilidad del terreno entre el final de la calle Belisario Salinas y la correspondiente vía miraflorina de conexión. Finalmente, se siguió este consejo técnico.
Un puente necesario
El 30 de abril de 1956 fue creado el Instituto Nacional de Vivienda, que con una importante inversión acrecentó el acceso de la clase obrera y de la clase media al derecho a la vivienda.
Esta política de fomento inmobiliario empezó a consolidarse con el surgimiento de los primeros edificios multifamiliares en la zona de Sopocachi, destinados a la clase media que prestaba servicios en las empresas estatales y privadas con sede en La Paz.
Miraflores y las emergentes villas de la ladera este se consolidarían, en cambio, como un espacio urbano para viviendas unifamiliares a lo largo de los 50 y 60.
La idea del puente se hizo más necesaria. Al final de los 60 resurgió nuevamente el proyecto, que ya se había postergado en dos ocasiones.
En febrero de 1970, el entonces municipio paceño encomendó un nuevo estudio de factibilidad del viaducto a la firma Ingeniería Politécnica Americana.
Dicho estudio arrojó una proyección demográfica: para 1990, la ciudad de La Paz contaría con 840 mil habitantes. El incremento poblacional de la urbe en dos décadas sería significativo, ya que la población en 1970 era de tan sólo 510 mil personas.
El citado informe asegura que en 1969 Miraflores y las villas de la ladera este tenían un total de 54.000 habitantes; en 1990, el incremento poblacional de estas áreas urbanas, según las proyecciones del estudio, llegaría al 50%.
Lo mismo sucedía con el número de vehículos, ya que para 1969 todo el distrito este disponía de un total de 3.500 motorizados; para 1990 se calculó un incremento del 69% en el parque automotor de esta zona citadina.
Pese a que el puente era muy necesario debido a la explosión demográfica en Sopocachi, Miraflores y en los nuevos barrios de la ladera este de la urbe, la estructura no se consolidó por la inestabilidad política de la época.
En 1970, sin embargo, se estableció la denominación del viaducto como “Puente de las Américas”, en conmemoración, en 1969, a la integración de Bolivia al bloque de países americanos de la Comunidad Andina de Naciones.
Consolidando el sueño
Las proyecciones de los 70 no se hicieron realidad, sin embargo, lo harían en los 90.
A raíz de las políticas gubernamentales implantadas por el Decreto Supremo 21060 del 29 de agosto de 1985 y la consecuente relocalización minera, el municipio paceño ya contaba, en 1987, con un total de un millón de habitantes. Este incremento poblacional hizo que la densidad demográfica en la ladera este de la urbe se disparara.
Para evitar el colapso de la ciudad de La Paz, a fines de los 80 se construyó rápidamente el varias veces postergado Puente de las Américas, obra que sería finalmente ejecutada por la firma francesa Jean Muller International.
Si las premisas de David Satterthwaite son ciertas, la infraestructura de las ciudades latinoamericanas se construye según las exigencias de la gente más necesitada.
De no ser por las necesidades que surgieron en la comuna paceña tras la promulgación del Decreto Supremo 21060, el tendido del Puente de las Américas se hubiera postergado nuevamente.
Y de no haber sido construido, tampoco hoy se hablaría de la construcción del llamado Puente Gemelo, que correrá paralelo al Puente de las Américas, y que unirá el final de la calle Belisario Salinas con Miraflores. Por supuesto, las deficiencias señaladas por el geólogo alemán Erich Haberfelner en 1951 ya han sido superadas.
El investigador ingles David Satterthwaite asegura que las edificaciones en particular y el desarrollo citadino, en general, de las urbes latinoamericanas responden a las necesidades de las personas de menore ingresos
La aguda observación del académico británico se ajusta a la perfección a los hechos que dieron lugar a la construcción del Puente de las Américas entre Sopocachi y Miraflores. El tendido de este viaducto, hoy esencial para la ciudad, sería postergado, a partir de principios del siglo XX, en tres ocasiones y no se habría convertido en realidad de no ser por los impactos socioeconómicos del Decreto Supremo 21060, que causó un inusitado crecimiento demográfico en La Paz.
Nace el proyecto
Imponente como una telaraña que se aferra a los farallones del cañón del río Chili, en la ciudad de Arequipa, se levanta el puente Bolívar.
Cuando en 1913 se diseñó un puente para unir Miraflores con Sopocachi, se pensó en el concepto del viaducto Bolívar de Arequipa como base para construir uno parecido en la gran garganta que deja el río Choqueyapu a su paso en medio de ambos barrios.
La finalidad de dicho puente paceño era netamente económica, ya que para 1913 la población paceña se empezaba a vincular por medio de modernas vías férreas con los puertos del océano Pacífico, lo cual hizo que la urbe contemplara mejorar su infraestructura para tal suceso.
En dicho plan ya se veía a la entonces zona rural de Miraflores como el centro de equipamiento municipal de la vertiginosa ciudad del Illimani. Sopocachi también figuraba como el futuro gran centro residencial de la misma. Por este motivo era necesario unir a las dos zonas.
El arquitecto Álvaro Cuadros en su obra La Paz afirma que para 1909 se hizo un censo urbano con la finalidad de establecer las futuras pautas de la ciudad. A base de dicho censo se estableció que el norteño barrio de Challapampa cumplía con todas las condiciones para ser la sede de los primeros equipamientos fabriles del valle de Chuquiago.
En las proximidades de Challapampa se desarrollaron importantes enclaves industriales como Pura Pura y Achachicala.
Challapampa se convirtió en el barrio obrero de La Paz y, por ende, en la zona con menores ingresos por persona de todo el distrito paceño. Este aspecto hizo que la dinámica de expansión urbanística de la ciudad se extendiera según el ritmo de crecimiento de aquel barrio.
Bajo ese signo vertiginoso nacieron los norteños barrios de Villa Victoria y los asentamientos permanentes de la avenida Buenos Aires e Illampu.
Estas dinámicas urbanas hicieron que Sopocachi fuera opacada por la importancia comercial del centro y el norte de la ciudad. Dicho barrio, por entonces sureño, sería tan sólo un área inmobiliaria para la emergente clase alta paceña.
Por tanto, el proyecto del puente que pretendía unir a Sopocachi y Miraflores reposó en los archivos del municipio por su condición supuestamente innecesaria.
Resurge el puente
Sin embargo, a partir de 1935 la dinámica urbanística comenzó a cambiar y con ella también Sopocachi.
Según la Monografía Económica de la colección La Paz en su Cuarto Centenario, la producción de cemento en La Paz se incrementó en un 39% entre 1935 y 1936, lo cual superó ampliamente el crecimiento entre 1933 y 1934, que tan sólo llegó al 27%.
Este suceso obedeció principalmente a la expansión urbana de la ciudad de La Paz con motivo de la construcción de las avenidas Mariscal Santa Cruz y Camacho a partir de 1936; ambas vías troncales unieron al dinámico norte de la comuna con las zonas de Sopocachi y Miraflores.
Para 1948, el entonces municipio de La Paz resucitó la idea de concebir un puente que uniera Miraflores y Sopocachi.
En ese período se presentaron dos proyectos, uno firmado por el entonces técnico del municipio paceño el ingeniero Vicente Burgaleta y el otro concebido por la firma alemana Stahlbau Rheinhausen.
El proyecto ganador fue el de la firma germana, que se componía de un puente de estructura metálica que debía partir del final de la calle Belisario Salinas en Sopocachi hacía las vías Chichas y Loza de Miraflores.
Pero la iniciativa no se consolidó por problemas técnicos y financieros.
En 1951, el geólogo alemán Erich Haberfelner determinó que el puente debía ser construido desde el final de la calle Pedro Salazar, en Sopocachi, para asegurar una mejor cimentación de los pilares y porque se dudaba de la estabilidad del terreno entre el final de la calle Belisario Salinas y la correspondiente vía miraflorina de conexión. Finalmente, se siguió este consejo técnico.
Un puente necesario
El 30 de abril de 1956 fue creado el Instituto Nacional de Vivienda, que con una importante inversión acrecentó el acceso de la clase obrera y de la clase media al derecho a la vivienda.
Esta política de fomento inmobiliario empezó a consolidarse con el surgimiento de los primeros edificios multifamiliares en la zona de Sopocachi, destinados a la clase media que prestaba servicios en las empresas estatales y privadas con sede en La Paz.
Miraflores y las emergentes villas de la ladera este se consolidarían, en cambio, como un espacio urbano para viviendas unifamiliares a lo largo de los 50 y 60.
La idea del puente se hizo más necesaria. Al final de los 60 resurgió nuevamente el proyecto, que ya se había postergado en dos ocasiones.
En febrero de 1970, el entonces municipio paceño encomendó un nuevo estudio de factibilidad del viaducto a la firma Ingeniería Politécnica Americana.
Dicho estudio arrojó una proyección demográfica: para 1990, la ciudad de La Paz contaría con 840 mil habitantes. El incremento poblacional de la urbe en dos décadas sería significativo, ya que la población en 1970 era de tan sólo 510 mil personas.
El citado informe asegura que en 1969 Miraflores y las villas de la ladera este tenían un total de 54.000 habitantes; en 1990, el incremento poblacional de estas áreas urbanas, según las proyecciones del estudio, llegaría al 50%.
Lo mismo sucedía con el número de vehículos, ya que para 1969 todo el distrito este disponía de un total de 3.500 motorizados; para 1990 se calculó un incremento del 69% en el parque automotor de esta zona citadina.
Pese a que el puente era muy necesario debido a la explosión demográfica en Sopocachi, Miraflores y en los nuevos barrios de la ladera este de la urbe, la estructura no se consolidó por la inestabilidad política de la época.
En 1970, sin embargo, se estableció la denominación del viaducto como “Puente de las Américas”, en conmemoración, en 1969, a la integración de Bolivia al bloque de países americanos de la Comunidad Andina de Naciones.
Consolidando el sueño
Las proyecciones de los 70 no se hicieron realidad, sin embargo, lo harían en los 90.
A raíz de las políticas gubernamentales implantadas por el Decreto Supremo 21060 del 29 de agosto de 1985 y la consecuente relocalización minera, el municipio paceño ya contaba, en 1987, con un total de un millón de habitantes. Este incremento poblacional hizo que la densidad demográfica en la ladera este de la urbe se disparara.
Para evitar el colapso de la ciudad de La Paz, a fines de los 80 se construyó rápidamente el varias veces postergado Puente de las Américas, obra que sería finalmente ejecutada por la firma francesa Jean Muller International.
Si las premisas de David Satterthwaite son ciertas, la infraestructura de las ciudades latinoamericanas se construye según las exigencias de la gente más necesitada.
De no ser por las necesidades que surgieron en la comuna paceña tras la promulgación del Decreto Supremo 21060, el tendido del Puente de las Américas se hubiera postergado nuevamente.
Y de no haber sido construido, tampoco hoy se hablaría de la construcción del llamado Puente Gemelo, que correrá paralelo al Puente de las Américas, y que unirá el final de la calle Belisario Salinas con Miraflores. Por supuesto, las deficiencias señaladas por el geólogo alemán Erich Haberfelner en 1951 ya han sido superadas.
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