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Cabe recordar que hasta una pelicula se hizo por este asalto que dio que hablar por mucho tiempo en la época en la que ocurrio , el filme en cuestión se llama el atraco de Paolo Agazzi
Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el viernes 29 de Marzo de 2019
Atraco de Calamarca, prueba de fuego para los primeros seguros
En 1961, una remesa de Comibol de 2.800 millones de pesos fue asaltada y los hombres que la llevaban fueron asesinados. Credinform pagó la indemnización.
Aldo Peralta / La Paz
En 1961, la compañía de seguros Credinform International, que apenas tenía siete años en el mercado boliviano, pagó una indemnización denominada como “la más alta” en los primeros años de la industria del seguro en Bolivia. Se trataba 2.800 millones pesos de bolivianos (hoy 28 millones de bolivianos) que desembolsó a favor de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol). ¿El siniestro? El atraco de Calamarca, perpetrado el 28 de julio de 1961 a la remesa de la Comibol, que tenía como destino el pago de sueldos a los mineros de la empresa minera Catavi. El hecho, que marcó un hito en la historia delincuencial del país, fue considerado entonces el robo más cuantioso en Sudamérica.
La tarde del miércoles 27 de septiembre de 1961, el presidente en ese entonces de la aseguradora Credinform International, Robin Barragán Peláez (fallecido), entregó, en calidad de indemnización, el cheque de 2.800 millones pesos de bolivianos a Edwin Rodríguez, vicepresidente en ese entonces de la Comibol.
“Jamás compañía alguna (de seguros) había pagado en Bolivia una indemnización mayor”, destacó Barragán. Un titular del periódico Presencia del jueves 28 de septiembre de 1961 confirma el pago por parte de la aseguradora a la entidad minera. “Comibol cobró seguro de 2.800 millones asaltados en Calamarca hace dos meses”, destaca la noticia.
Una fotografía del interior del vehículo en el que viajaban los remeseros de la Comibol, después del atraco.
Una publicación de Presencia del 2 de agosto revela algunos datos del contrato del seguro honrado por Credinform International. Éste cubría remesas de hasta tres millones de bolivianos y ponía como una de las condiciones que el dinero debía ser custodiado mínimamente por dos personas. La Comibol había cumplido con esas condiciones. “El tope que cubría el seguro era remesas de 3.000 millones (…) dos escoltas armados como mínimo debían acompañar toda remesa”, se lee en la nota informativa de Presencia.
La póliza daba cobertura a todas las remesas que periódicamente la Comibol trasladaba a los diferentes recintos mineros que administraba. “Dos veces al mes salían de Catavi y de las demás empresas dependientes de la Comibol movilidades a recoger, de la central en La Paz, las remesas para pagos de anticipos quincenales y pagos de liquidaciones mensuales de contratos, sueldos y salarios, además de recursos para gastos generales de cada empresa (minera)”, se lee en El rostro minero de Bolivia, de Arturo Crespo Enríquez, que fue director nacional de personal de la Comibol.
El seguro que adquirió la Comibol fue emitido por American Home Assurance, compañía de seguros estadounidense, con sede en Nueva York, que estaba representada en Bolivia por Credinform International.
Los periódicos de la época hicieron un gran seguimiento al crimen, perpetrado en julio de 1961.
Hecho histórico
En el libro 100 años de historia del seguro en Bolivia 1904 – 2004, José Roberto Arze califica el pago de la indemnización a la Comibol como un hecho histórico en el rubro de los seguros en el país y destaca el hecho sanguinario que lo antecedió: el atraco de Calamarca. Arze cita una de las declaraciones del presidente de entonces de Credinform International: “Este triple crimen constituye (el atraco de Calamarca) en el más sanguinario dentro de la historia delictiva que registra la Policía Boliviana y, al mismo tiempo, resulta ser uno de los robos más cuantiosos perpetrados en Sudamérica”.
El robo a la remesa de Comibol
El atraco de Calamarca, que se dio la tarde del 28 de julio de 1961, ha quedado plasmado en las páginas de la prensa paceña. La información de los periódicos ya desaparecidos Presencia y Última Hora permiten reconstruir este capítulo sangriento.
Uno de los autores del atraco de Calamarca.
Después de la revisión de estos medios se puede saber que el viernes 28 de julio de 1961, en la mañana, aproximadamente a las 10:30, Juan Márquez González, remesero de 15 años de antigüedad en la Comibol, cobró un cheque de 2.800 millones de bolivianos en las cajas del Banco Central de Bolivia (BCB). Enseguida se reunió con dos de sus compañeros de trabajo que lo acompañarían en el traslado del efectivo hasta la empresa minera Catavi: Plácido Jaldín Martínez, el chofer que conduciría el vehículo donde se lleva la remesa, y Pedro Condoretti Herrera, ayudante del remesero. El dinero estaba destinado para el pago de los sueldos de los mineros.
El efectivo estaba fraccionado en diferentes cortes de billetes y distribuido en 10 maletas de cuero color café. Según el informe del BCB mencionado por Última Hora el 2 de agosto de 1961, los cortes retirados por Juan Márquez eran de 10.000, 5.000, 1.000 y 500 bolivianos.
El remesero y sus compañeros, ignorando lo que el destino les deparaba, partieron de La Paz aproximadamente a las 14:00. 20 minutos después estaban en la ciudad de El Alto, desde donde partieron al que debería ser su destino final, el centro minero de Catavi, en el departamento de Potosí, pero al que nunca llegaron.
La noticia que informa sobre el pago de la indemnización de Credinform International.
Dos días después, el 30 de julio, el periódico Presencia informaba sobre la suerte que habían corrido Juan Márquez y sus compañeros en pleno camino a Catavi. “Remesa de 2.800 millones de bolivianos fue atracada en Calamarca. Tres empleados de la Comibol fueron asesinados”, se lee en el titular de portada el periódico. “El más espectacular atraco en la historia delictiva del país”, aseguraba el medio escrito.
La nota precisa que dos días antes, el viernes 28, tres funcionarios habían sido víctimas de un atraco a las 16:00, en la carretera La Paz-Oruro, donde unos encapuchados aprovecharon una curva cerrada para lograr su cometido, robando la millonaria cantidad de dinero.
Un día después, el 31 de julio, el periódico informaba que los remeseros fueron acribillados por los atracadores, armados con metralletas. De acuerdo al medio, el chofer murió dentro del vehículo, mientras que sus dos compañeros se desangraron fuera.
Seguro no cubría a remeseros
El seguro que había contratado la Comibol a Credinform sólo cubría la remesa, no así la vida de sus trabajadores. Robín Barragán, presidente de la aseguradora en 1961, lamentó entonces que la empresa estatal no hubiese tomado esa previsión.
“Una indemnización pecuniaria en ninguna forma puede reemplazar las vidas perdidas, pero siempre hace más llevadera la existencia de los que quedan atrás”, reflexionó entonces.
Hoy, 58 años después, el gerente general de la Asociación Boliviana de Aseguradores (ABA), Justino Avendaño, lamenta que ese panorama no hubiese cambiado, porque la decisión de asegurar la vida de las personas aún es muy escasa en Bolivia.
“Es una protección que todos requerimos, pero la cultura en Bolivia del seguro todavía es muy baja. Se tiene que desarrollar mucho para que las personas se den cuenta de la necesidad de un seguro”, dice el representante de la ABA, entidad que reúne a las compañías de seguros en Bolivia desde 1948.
Sin embargo, es destacable que en los primeros años de su implementación en Bolivia los seguros hubieran cumplido con el pago de un siniestro de tal magnitud, como fue el atraco de Calamarca, que llegó a la pantalla gigante del cine bajo la dirección de Paolo Agazzi, con el nombre de El atraco, estrenada en 2004.
Credinform International, aseguradora
Credinform International nació en Bolivia como una empresa aseguradora el 5 de febrero 1954, como Credinform Ltda. En sus inicios, entre los años 1954 y 1961, operaba como corredora de seguros, revisora de mercancías y aseguradora de información comercial.
“En 1957 fuimos designados agentes generales para Bolivia de American Life Insurance Company, de Estados Unidos (…) representantes y agentes generales de American Home Assurance Co”, se lee en el libro 100 años de historia del seguro en Bolivia 1904 – 2004, de José Roberto Arze.
Desde 1962 la aseguradora opera como Credinform Internacional de Seguros y oferta seguros generales y de vida. En la actualidad está presidida por Miguel Ángel Barragán, hijo de Robín Barragán, primer presidente de la aseguradora.
Obra de la escultora Marina Núñez del Prado, realizada a base de bronce fundido en 1999. Está ubicada en la plaza de la Mujer de la zona de Seguencoma Bajo.
En 1995 Marina Núñez del Prado obsequió al municipio los moldes de la escultura Mujeres al Viento. Éstos se encontraban en Lima, Perú, y enfrentaban dificultades para su traslado y fundición en la ciudad de La Paz. Estos problemas fueron expuestos al H. Concejo Municipal en septiembre de 1995, por los señores Gil Imaná, Director de la Fundación Marina Núñez, y Cecilia Bayá, Directora del Museo Marina Núñez.
Mediante Ordenanza Municipal Nº 38/1996, el Concejo resolvió apoyar toda actividad de la Oficialía Mayor de Culturas, destinada a recaudar fondos que permitieran la fundición de la escultura en bronce y su traslado a la ciudad. De esta manera fue lograda la escultura, siendo fundida en bronce por el escultor Ted Carrasco. Por lo cual, mediante Ordenanza Municipal Nº 002/1999, la Alcaldía nominó con el nombre de plaza de la Mujer al espacio público donde fue emplazada.
Las Aguas Termales, de Comanche se encuentran ubicadas a unos 30 minutos de la población del mismo nombre. Sus aguas provienen posiblemente de antiguos volcanes apagados que brotan por vertientes debajo la tierra; es uno de los lugares preferidos por la población del municipio por la agradable temperatura que presenta entre 250 y 300 centígrados.
Las aguas termales contienen minerales con propiedades medicinales y curativas, donde la comunidad del lugar acude con bastante frecuencia, atraída por esas propiedades además allí se puede descansar, relajarse y recrearse en las pozas que se formaron alrededor de la vertiente con caudal bastante bajo.
Actualmente el sector cuenta con una piscina la cual requiere una restauración y complementación con infraestructura de servicios.
Recomendaciones
Llevar ropa liviana para el día y ropa abrigadora para la noche e impermeable en época de lluvia; botiquín de primeros auxilios.
¿ Como llegar ?
Partida Llegada Distancia(aprox)
Plaza Murillo El Alto 18.7 km
El Alto Comanche 62.3 km
Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día 27 de enero de 2019 en las páginas 22 y 23 en la sección gente y lugares
Hugo Fuentes encabezó el atraco de Calamarca, uno de los robos con muerte que marcó la memoria de los paceños. Ocurrió en 1961, en la localidad de Calamarca, donde Fuentes y sus cómplices interceptaron una camioneta cargada con remesas de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol). Se llevaron 2.800 millones de bolivianos y mataron a tres funcionarios de la empresa minera.
El dinero estaba destinado al pago de salarios de los empleados de las minas de Catavi y Siglo XX .
Hugo Fuentes tenía entonces 31 años y era oficial de los carabineros, con el grado de capitán.
Durante dos años, aproximadamente, mantuvieron escondido el dinero para despistar las investigaciones policiales; sin embargo, fueron atrapados y condenados.
El capitán, cabecilla de la banda de atracadores de Calamarca -que incluso llegó al cine- fue encarcelado en el penal de San Pedro, donde murió.
Cascada Butterflay y Rancho Magdalena, se encuentran a 29 kilómetros al noroeste de la Población de San Buenaventura. Para llegar a este atractivo es necesario realizar una caminata de 1 hora y 30 minutos desde el Rancho Magdalena de propiedad de la Empresa Turística Butterfly. La firma cuenta con una oficina en Rurrenabaque desde donde realiza viajes organizados a la zona. El servicio incluye alimentación, transporte, hospedaje en un albergue típico del lugar además de actividades recreativas.
La caída de agua se forma en los manantiales originados en la Serranía de Mamoque de donde se desprenden formando tres cascadas.
De ellas la más próxima tiene ocho metros de altura y se encuentra rodeada por una exuberante vegetación que desciende por una pared rocosa empinada y llena de musgos, hasta formar una pequeña laguna muy atractiva para refrescarse. Las otras cascadas sobrepasan esta elevación mostrando un grado de conservación significativo donde se puede observar mariposas, aves, mamíferos, anfibios y pequeños reptiles.
Para dirigirse a este atractivo natural se sigue un sendero en medio de la selva, rodeado de árboles donde habitan aves, insectos, monos, chanchos troperos que se distraen con el paso de los visitantes. La temporada aconsejable para visitar la zona es en época seca de mayo a septiembre.
Recomendaciones
Ropa delgada, ligera y cómoda, vacunas contra la fiebre amarilla y malaria. Botiquín de primeros auxilios con repelente contra insectos, antihistamínicos, antipiréticos y antiofídicos.
Para las personas que estuviesen necesitando la transfusión de sangre
o transfusión de plasma de diferentes tipos en el departamento de La Paz pueden encontrar en este enlace a personas donadoras
Obra del escultor Juan Carlos Terceros, realizada en piedra andesita en 2006. Está ubicada en la avenida Hernán Siles Zuazo de la zona de Aranjuez.
Anterior al emplazamiento de la escultura del Monje, representación de un individuo de una orden religiosa, solamente se encontraba un pequeño monje de medio cuerpo sobre la torre de la iglesia de Aranjuez, donada por una familia apellidada Orosco. Un vecino tuvo la idea de erigir otro similar de mayores dimensiones. Este vecino contrató los servicios del escultor Terceros, a fin de obsequiarla a la casa religiosa. El escultor, por las buenas intenciones de la obra, sólo aceptó una mitad de los costos estipulados, cuyo trabajo le llevó alrededor de tres meses, convirtiéndose en donante de la otra parte.
Las Aguas Termales de Ajamarca, se ubican a 8 kilómetros al noreste de la Población de Colquiri en el departamento de La Paz y a más de 45 kilómetros de la localidad de Caracollo en el Departamento de Oruro. Se accede a estas termas caminando por una senda relativamente accidentada, hasta llegar a un valle donde se encuentra el atractivo.
Por la pared del cerro brota una pequeña cascada formando un río que llena una poza natural de tamaño regular, la cual es aprovechada por los comunarios que recorren el lugar.
Aunque carece de infraestructura y servicios turísticos básicos desarrollados.
Las aguas termales constituyen un gran atractivo potencial para pobladores y visitantes, debido a que se trata de aguas mineralizadas y tibias que tienen propiedades curativas, aptas para tratar el reumatismo y dolores musculares.
Durante el recorrido que lleva a este atractivo, se puede observar el impresionante paisaje de la región, donde sobresalen especies vegetales como: la thola, yareta, chillca, molle y cactus.
Recomendaciones
Llevar ropa abrigada, zapatos cómodos para caminar, guantes, gafas de sol, gorra y o un sombrero, abrigo impermeable para época de lluvia, botiquín de primeros auxilios, protector solar y medicina para el mal de altura Departamento
Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día 27 de enero de 2019 en las páginas 22 y 23 en la sección gente y lugares
En agosto de 1973, Melquiades Suxo fue fusilado. Fue la condena que se le dictó al ser acusado de la violación de una niña de cuatro años. Fue la última víctima de la pena capital en Bolivia.
La Paz se vio conmocionada por el caso Suxo y hasta ahora se pone en duda la cupabilidad del hombre de 54 años casi analfabeto.
De acuerdo con las versiones de la hija de Suxo, fue ella quien encontró a la niña en la calle Yungas, de la ciudad de La Paz. El periodista Nicolás Fernández habló con la joven, quien le contó que la pequeña estaba en riesgo de ser atropellada. La rescató y la pequeña no quiso soltar su mano. La llevó a su casa, donde, a los días, la niña apareció muerta, con señales de haber sido ultrajada sexualmente.
Inmediatamente, Melquiades y su hijo fueron detenidos como los principales sospechosos del crimen. La hija de Suxo fue acusada de secuestro. La pena de muerte ya no estaba vigente en Bolivia, pero el régimen del dictador Hugo Banzer aplicó la pena capital a Melquiades Suxo.
MELQUIADES, EL ÚLTIMO BOLIVIANO EN SUFRIR LA PENA DE MUERTE
Por: Javier Badani / Extracto de su blog: javierbadani.blogspot.com
La violación, tortura y asesinato de María Cristina, de cuatro años, conmocionó a la población boliviana en 1972. El caso abrió entonces el debate sobre la pena de muerte, mismo que derivó finalmente en el fusilamiento del asesino de María Cristina: Melquiades Suxo, el último boliviano en morir bajo la pena capital. El debate sobre esta forma de "castigo" se reaviva hoy ante la ola de violencia criminal que vive el país. Es por eso que vuelvo a publicar este reportaje que fue publicado en La Razón y que indaga en la historia de las ejecuciones y la normativa de la pena de muerte en Bolivia.
"Un trago”.
Ése es el último deseo de Melquiades Suxo Quispe antes de morir. Son las 5.10 del jueves 30 de agosto de 1973. La Paz dormita aún, mientras el campesino de 54 años sorbe un gran vaso de singani Tres Estrellas. A unos metros de su celda, en el sector ‘La Muralla’ del penal de San Pedro, se preparan los hombres que dentro de unos minutos acabarán con su vida: un pelotón de fusilamiento conformado por 10 gendarmes.
Ninguno de los protagonistas de esta historia lo sabe, pero Suxo se convertirá en el último boliviano en ser ajusticiado de forma legal, bajo el castigo de la pena capital. El anuncio de la sentencia, meses antes, había polarizado al país. Unos se mostraban en contra y, los más, a favor del fallo judicial. Notas de análisis y peticiones de clemencia dirigidos al presidente de facto, Hugo Banzer, cargaron de tinta las páginas de la prensa de la época. Pero el destino de Suxo estaba sellado. Nada podía aplacar los deseos de venganza y la indignación generalizada que provocaba el recordar su crimen. “El delito múltiple en que incurrió Suxo es horrendo, propio de la voracidad morbosa de un ignorante o de un criminal nato”, se escribió un día antes del fusilamiento en el periódico El Diario.
Originario de Pacajes, Melquiades trabajaba como recolector de arena en Chuquiaguillo. Domiciliado en Alto Miraflores, Suxo vivía junto a sus dos hijos: Nazario (17) y Dionisia (14). “Por una serie de factores dignos de ser analizados por especialistas en problemas psiquiátricos, padre e hijo habían hecho de Dionisia el blanco de torpes instintos sexuales”, se lee en los antecedentes del caso, recuperados en la investigación monográfica La pena de muerte en la legislación boliviana, realizada por el abogado Alan E. Vargas Lima.
Según las investigaciones policiales, en 1972 (no se menciona la fecha exacta) los Suxo secuestraron a María Cristina Mamani Leiva (4). Padre e hijo ultrajaron por varios días a la niña, hasta que ésta murió el martes 8 de octubre. Su cuerpo fue encontrado abandonado un día después. La necropsia practicada a la víctima reveló el horror que vivió en la casa de los Suxo. El forense Emilio Guachalla informó a las autoridades judiciales que María murió por un shock traumático crónico múltiple, “a raíz de los innumerables castigos y vejámenes que sufrió”. Recibía alimentación defectuosa y al mismo tiempo era “castigada con severidad y sadismo”. Así lo evidenciaron las marcas de objetos contundentes, hebillas de correa y mordeduras en el cuerpo de la occisa. Asimismo, se constató la total ruptura del himen de la niña a consecuencia de los reiterados y continuos estupros de que fue víctima por parte de Melquiades y de Nazario.
Tras 11 meses de juicio, en diciembre de 1972, se dictó sentencia: “En nombre de la nación boliviana y por la potestad que ella le confiere (...) se condena a Suxo a la pena de muerte mediante fusilamiento a efectuarse fuera del radio urbano y cerca del lugar de los hechos, en forma pública por su condición de autor principal de la comisión de los delitos de violación y asesinato”. Su hijo, Nazario, fue condenado a 20 años de confinamiento, por ser menor de 17 años. Y Dionisia recibió cuatro años de reclusión por el delito de rapto.
Los abogados de Suxo apelaron el fallo, pero éste fue ratificado por la Corte Suprema. Los expedientes del caso pasaron entonces a manos del presidente Banzer, única autoridad habilitada para conmutar dicha pena. Pero, el 28 de agosto de 1973, el Mandatario determinó “que se cumpla y ejecute la sentencia (...), junto al sincero deseo de que la majestad de la justicia boliviana consiga con sus fallos la vigencia del respeto a la vida (...), resguardando sobre todo a la mujer y a la niñez boliviana”.
A las 5.30 del jueves 30 de agosto, Suxo inicia el camino hacia la muerte. En el patio de ‘La Muralla’ le aguardan los 10 guardias a quienes segundos antes se les distribuyó 10 cartuchos: cinco de fogueo y cinco de guerra. A las 5.45 todo acabará para Melquiades, cuando el jefe del pelotón de carabineros le dispare en la cabeza el tiro de gracia. “La imagen de una niña maltratada, la sombra de un delito monstruoso parecía mitigar la responsabilidad de los representantes de la ley que dejaban translucir una pena que ni siquiera pudo ocultar la palabra del ‘deber cumplido’”. (Crónica publicada en el periódico Hoy, el día de la ejecución).
La muerte llega por telegrama
El ajusticiamiento de los revolucionarios paceños de julio de 1809 quizá sea el hecho más conocido sobre la historia de las ejecuciones en el país. Los protomártires de la Independencia fueron ejecutados bajo las leyes españolas, normas que permanecieron vigentes aún en la naciente República. Uno de los primeros decretos emitidos para el nuevo Estado sancionaba con la ejecución a los funcionarios públicos que “hayan corrompido su conducta”. Y la primera Constitución Política del Estado (CPE), en 1826, estableció la prerrogativa presidencial para conmutar o cambiar este castigo por otro menos severo. El Código Penal de 1834 estipuló el ajusticiamiento en las faltas de mayor gravedad, especialmente a los que iban en contra de la seguridad del Estado, asesinato, parricidio y traición a la patria.
“La pena de muerte se aplicaba con un ritual horroroso, puesto que establecía que la forma de ejecución sea el garrote y supletoriamente el fusilamiento, en la ciudad, villa o cantón donde se haya cometido el delito; practicado públicamente entre las 11.00 ó 12.00 en lugar donde puedan estar muchos espectadores. Se debía notificar la sentencia de muerte al reo 48 horas antes de su ejecución, quien además debía ser conducido con grillos, los ojos vendados y con una cadena de hierro pendiente del cuello; desde la salida del reo de la cárcel hasta el lugar de ejecución debería reinar un gran silencio interrumpido solamente por las oraciones del reo y de los sacerdotes. Una vez consumada la muerte, el cadáver debía quedar expuesto al público en el mismo sitio de la ejecución, hasta la puesta del sol”, se lee en el trabajo realizado por Vargas Lima.
Luego de varias reformas, la CPE de 1961 estableció que en Bolivia “no existe la pena de muerte” y aplicó como sanción máxima los 30 años de presidio sin derecho a indulto. Seis años después, la nueva Carta Magna se cambió al textual: “No existe la pena de infamia, ni la de muerte civil”. Según el abogado Vargas, al no mencionarse de forma expresa la prohibición a la privación de una vida por vía penal, se dio lugar a dudas y tergiversaciones. “En 1971, cuando ingresó el régimen militar de Banzer, lo primero que se hizo fue dictar un decreto donde se restableció la pena de muerte en determinados delitos.
Amparado en ese decreto fue que se impuso la sentencia a Suxo, dejando de lado a la propia Constitución”, aclara.
Sin embargo, tras la ejecución de Melquiades y la polémica causada por este hecho, las autoridades judiciales empezaron a tomar más atención al precepto establecido en la CPE, referida a dictar como pena máxima 30 años de presidio. “De forma gradual se sustituyó la pena capital. Actualmente, la legislación boliviana no prevé la pena de muerte. Asimismo, la nueva CPE establece textualmente la prohibición de penas que vulneren la vida del ser humano, garantizando así el derecho a la vida”, agrega el experto en leyes.
Con todo, las primeras décadas de la historia boliviana están plagadas de ejecuciones, gran parte de ellas impulsadas por el rencor político. Uno de los mandatarios que más utilizó este castigo fue Mariano Melgarejo. Lo hizo, por ejemplo, en contra del periodista Cirilo Barragán en 1865, por criticar desde sus páginas al régimen del tarateño. Ese mismo año, el médico potosino Daniel Bracamonte logró salvar de este castigo a un capitán de apellido Hoyos, que se había levantado en armas contra Melgarejo. Tras sofocar la insurrección en el combate de la Cantera, “el Presidente se encontraba encerrado en su habitación (en Potosí) sufriendo una intensa neuralgia en el pómulo derecho. Bracamonte ingeniosamente llegó ante el general y sin darle tiempo a nada, ofreció curarle en 10 minutos. ‘Cuidado con lo que ofrece doctorcito —dijo Melgarejo—; porque si usted no cumple, lo hago fusilar aquí mismo. Pero si me cura, lo hago a usted general, ministro o lo que sea’”, se narra en el estudio escrito por José Montero, publicado en los Archivos bolivianos de historia de la medicina. Según este texto, Bracamonte infiltró opio en la zona dolorida y en 10 minutos Melgarejo se mostró relajado. En retribución, el galeno consiguió la indulgencia para Hoyos.
Ya en el siglo XX, el gabinete del presidente Germán Busch votó para decidir la ejecución del barón del estaño, Mauricio Hochschild. Éste se había revelado en contra de la determinación gubernamental que obligaba a los empresarios a entregar sus divisas mineras al Estado. La reunión del gabinete de julio de 1939 quedó plasmada en un acta oficial. En el documento se describe el momento decisivo del encuentro cuando Busch concluye: “Hay cinco ministros (que votan) por la muerte y otros cinco, por la prisión. Como presidente de la República, yo doy el voto decisivo: Mauricio Hochschild será fusilado a las seis de la madrugada”.
Los ministros —incluso los que votaron a favor del ajusticiamiento— emplearon las próximas horas para convencer a Busch del efecto que causaría en el país y en el extranjero un fusilamiento por delitos de orden económico. “Y consiguieron salvarle. Quizá esa frustración hizo que el Presidente se suicidara unos meses después, en agosto de 1939”, escribió Fernando Díaz Plaja, 40 años después.
Quien no logró la indulgencia presidencial —y ni siquiera un juicio— fue el sacerdote Severo Catorceno, acusado de violar a una niña de siete años en Arampampa. “Cuando Busch recibió el telegrama del Intendente de Policía de Potosí con la noticia, montó en santa cólera y ordenó (también por telegrama) el inmediato fusilamiento del cura. La orden se cumplió al amanecer del día siguiente, en la pampa de San Clemente, delante de numeroso público. Más tarde se comprobó que Catorceno era inocente”, escribió Roberto Querejazu Calvo en su libro Llallagua.
La maldición de Jáuregui
El antiguo Código Penal boliviano establecía normas para cuando los sentenciados a la pena capital por un mismo delito eran tres o más personas. No todos sufrirían tal pena y para ello la ley establecía un sorteo. “Si los reos condenados no llegaren a 10, morirá uno solo; si llegaren a 10, morirán dos; si llegaren a 20, morirán tres, y así sucesivamente, por cada 10 se aumentará uno. Y los demás, a quienes no les llegaba la suerte, sufrían la pena de 10 años de presidio”. Para el sorteo se colocaba en un ánfora tantas papeletas como reos sentenciados habían. En cada papeleta se escribía el nombre del condenado; se llamaba a una persona del público para que vaya extrayendo una por una las papeletas, y la última que quedaba al final, era la que correspondía a la persona que debía ser ejecutada, se explica en La pena de muerte en la legislación boliviana.
Un caso inédito para la justicia boliviana se dio en el proceso de Mohoza, que duró más de cinco años (1899-1905). 250 indígenas de cuatro ayllus de Mohoza (Inquisivi, La Paz) fueron juzgados por la matanza de un escuadrón liberal aliado, la noche del 28 de febrero de 1899, en el marco de la revolución federal y la rebelión indígena de Pablo Zárate Willka. El veredicto final fue de 32 condenas máximas. Las ejecuciones tuvieron lugar en la misma plaza de la población paceña.
Al igual que sucedió con los campesinos, fue a través de un sorteo que se selló el fatal destino de Alfredo Jáuregui, fusilado en
El Alto el 7 de noviembre de 1927. Jáuregui tenía 27 años cuando fue inmolado, pero su vía crucis se había iniciado 10 años antes, cuando a los 17 años fue apresado, acusado —junto a sus dos hermanos— de haber asesinado al general y ex presidente José Manuel Pando. El cadáver del caudillo había sido hallado en los barrancos del Kenko (La Paz) el 15 de junio de 1917. Un día antes, el militar había iniciado un viaje desde su hacienda Catavi (Luribay) para asistir en La Paz a la boda de su sobrino. La noticia de su muerte desató una batalla verbal entre liberales y republicanos a través de la prensa. El Tiempo (liberal) sostenía la tesis de un embarrancamiento accidental. Y La Verdad defendía la idea de un asesinato político. Estas rencillas empaparon el proceso judicial e influenciaron la sentencia final en contra de Jáuregui.
Las diligencias judiciales —que concluyeron durante la administración republicana— llegaron a la conclusión de que la muerte de Pando fue el resultado de un crimen. Según la investigación, el general había llegado al anochecer al Kenko. Allí se encontró con Néstor Villegas y los hermanos Jáuregui, que se encontraban bebiendo en una tienda junto al camino. Éstos invitaron al general a desmontar y pasar a descansar un momento. Pero después de un tiempo y viendo el estado de embriaguez de sus anfitriones, salió para montar en su caballo y seguir a La Paz.
“En eso salieron Villegas, Juan Jáuregui, Alfredo Jáuregui, Juan Choque, Saturnino Calle, Dolores de Jáuregui, Tomasa de Villegas y se pusieron a discutir con el general que insistía en seguir su camino y ellos que trataban de disuadirlo. Al fin de lo cual se habría producido una agresión al general a quien habrían desmontado y metido a la tienda donde presuntamente lo apalearon al extremo de producirle la muerte. Los sindicados arrastraron el cadáver hasta el barranco de Huichincalla y luego bajaron al pueblo de Achocalla donde siguieron bebiendo”. Esta breve narración de la diligencia judicial se halla en el libro Vida y muerte de Pando.
Esta obra fue escrita por Ramón Salinas Mariaca, miembro de la Corte Suprema en los años 70 y descendiente directo de Pando. El abogado sostiene que la muerte del militar no fue el resultado de un crimen. Se basa en una entrevista que tuvo décadas después del hecho con uno de los implicados en el caso, Néstor Villegas. “(Pando) nos sorprendió, vimos que blanqueaba los ojos, se ponía rígido y tieso y sin hablarnos cayó al suelo. (...) En nuestra borrachera resolvimos sacar al general de la tienda y tirarlo a un barranco para que no nos culpen de su muerte”, confesó Villegas en su lecho de muerte. De ahí que, y después de analizar las muertes de los parientes próximos del ex presidente, Salinas estableció que el fallecimiento de Pando se debió a un derrame cerebral de origen apopléjico. El abogado menciona la muerte repentina de la madre, del hermano, un hijo y varios sobrinos carnales de Pando, quienes fallecieron con ataques cerebrales. Y concluye que “la cobardía moral de los protagonistas de esa noche luctuosa y la sed de venganza de políticos que vieron en el trágico hecho una bandera de lucha, se unieron para llevar al patíbulo a Jáuregui, quien cuando la caravana de alcohólicos llevaba el cadáver hacia el barranco apenas tenía 16 años”.
El 7 de noviembre de 1927, tras 10 años en la cárcel, Alfredo Jáuregui se enfrentó al pelotón de fusilamiento. Lo hizo elegantemente vestido y sin los ojos vendados. Unas 6.000 personas subieron hasta El Alto para presenciar su muerte. “Los consejos del cura no te servirán”, le dijo su abogado, al colocarle una sobaquera de cognac en el bolsillo. Sus últimas palabras las dedicó para maldecir a quienes le condenaron, en especial al fiscal Uría. Cosas del destino, años después el hijo de esta autoridad judicial murió colgado, víctima de la barbarie desatada en julio de 1946.
Obra del escultor Gustavo Lara, realizada a base de bronce fundido en 1995. Está ubicada en la plaza homónima de la zona de San Jorge.
Mediante Ordenanza Municipal Nº 049/1995, la Alcaldía nominó al conocido parque Bolivia como plaza Mario Mercado Vaca Guzmán (1928-1995), Alcalde de La Paz y presidente vitalicio del Club Bolívar, en el año de su fallecimiento. Familiares del personaje, como homenaje póstumo, obsequiaron al municipio la estatua con su efigie, la cual fue emplazada en el eje central de la plaza. Al develado asistieron la alcaldesa Mónica Medina, comités cívicos y varios representantes del Club Bolívar.
El parque Bolivia fue proyectado por emprendimiento del presidente municipal Bernardino Sanginés Uriarte, quien adquirió los terrenos para uso de la Municipalidad en 1890. Inicialmente presentaba pequeños arbustos, hermosas flores, campos de pasto, fuentes y juegos de agua, como vestigios de una hacienda de siembra.
Cabe recordar que el club Boliva de quien Mario mercado fue su presidente quizo homenajearlo con el nombre de un edificio que lleva su nombre
Conocidos internacionalmente por ser los médicos de los incas
Medicina Tradicional de los Kallawayas, comprende prácticas conocimientos y creencias que los pobladores de la Provincia Bautista Saavedra del Departamento de La Paz emplean ancestralmente.
La Ley de la República N° 928 del 9 de abril de 1987, declaró como Capital de la Medicina Tradicional de Bolivia.
Esas prácticas incluyen elementos de origen animal, vegetal y/o mineral. Todo aquello que restablece el equilibrio natural del cuerpo y el espíritu, incluso los sonidos y las palabras, pueden curar y sanar.
El derecho de ejercer la Medicina Tradicional es transmitida exclusivamente por filiación de una generación a otra, siendo iniciados los hijos varones en las prácticas ancestrales. Si el médico herbolario no tiene descendencia sus conocimientos mueren con él, en ningún caso son transmitidos a sucesores del sexo femenino.
Según la Cultura Kallawaya el ser humano es la unión de tres elementos vitales derivados del Ajayu (espíritu); el Atún Ajayu fuérza divina que otorga las facultades de pensar, sentir y moverse; el Juchui Ajayu cuerpo astral o anímico; en el tercer elemento -cuerpo físico- en el que están encarnados ambos ajayus.
La enfermedad está asociada a la pérdida del Ajayu y para restablecerla el Kallawaya acude a recursos de la naturaleza y del mundo espiritual. Hace uso de terapias basadas en ceremonias espirituales en las que se invoca a deidades y ancestros como la Pachamama y las montañas.
Kallawayas. Grupo étnico establecido en la región montañosa de Bautista Saavedra, al norte de la Paz, Bolivia. Su actividad principal es el ejercicio de una medicina ancestral. La cosmovisión andina de esta comunidad fue proclamada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad en el 2003. Sus valores han evolucionado con la fusión de las religiones indígena y cristiana.
Orígenes y lugar de asentamiento
Kallawaya significa el país del "pueblo portador de la medicina herborista". El origen de este pueblo es incierto, aunque los expertos aseguran que es anterior al Imperio Inca y que procede de una localidad peruana llamada Carabaya. Nómadas y libres de todo dominio, los kallawayas se instalaron al sur de la Cordillera de los Andes, entre las montañas de Apolobamba y Muñecas, en la actual Bolivia; en esa provincia, que en el siglo XX tomó el nombre de Bautista Saavedra, se estableció definitivamente este pueblo. La región ocupada por los kallawayas se divide en una zona tropical cercana a la selva amazónica (la yunga), otra zona templada en el corazón de los valles, y, por último, una zona de clima montañoso; tres ecosistemas que ofrecen a estos sabios una variedad inmensa de plantas medicinales.
Cosmovisión
La práctica de la medicina está asociada a diversos ritos y ceremonias que constituyen la base de la economía local. La cosmovisión andina de la cultura kallawaya abarca todo un acervo coherente de mitos, ritos, valores y expresiones artísticas. Sus técnicas medicinales, basadas en los sistemas de creencias de los antiguos pueblos indígenas de los Andes, gozan de un amplio reconocimiento en Bolivia y en numerosos países de América del Sur, donde ejercen los médicos-sacerdotes kallawayas. Este arte de curación, que está reservado a los hombres, procede de un conocimiento extraordinario de la farmacopea animal, mineral y botánica, así como de todo un corpus de conocimiento rituales indisociables de las creencias religiosas. Los curanderos itinerantes tratan a los pacientes gracias a conocimientos médicos y farmacéuticos que se articulan en torno a un sistema complejo de transmisión y de aprendizaje en el que el viaje desempeña un papel preponderante. Al atravesar ecosistemas muy variados en el transcurso de sus viajes, los curanderos kallawayas enriquecen sus conocimientos de las plantas medicinales. La farmacopea kallawaya, que consta de unas 980 especies, es una de las más ricas del mundo. Las mujeres kallawayas participan en ciertos ritos y se consagran a la salud de las mujeres encintas y de los niños. Ellas tejen los paños que se utilizan en los ritos, cuyos motivos y adornos evocan la cosmovisión kallawaya. Durante las ceremonias rituales, grupos de música llamados kantus tocan la zampoña y el tambor para entrar en contacto con el mundo de los espíritus. El aprendizaje de la medicina kallawaya se efectúa principalmente a través de la observación. Los médicos no hablan, o lo hacen muy poco, y sus alumnos deben aprender viéndolos actuar. La vocación nace en la familia: uno u otro de los hijos muestra interés en estos conocimientos y sigue al padre o al tío, recoge plantas, ayuda en las curaciones, presencia las consultas.
El rito de la mesa de curación
El rito de la mesa de curación es un acto sagrado que consiste en pedir ayuda a la Pachamama. Con gestos metódicos y precisos, acompañados de oraciones, el médico kallawaya deposita un paño extendido sobre el suelo, de cinco a diez a diez metros de algodón o de lana de llama, en cuyo interior se encuentran las hojas de coca. Encima del paño, el médico esparce migas de pan y flores de retama o de clavel así como de otras plantas. Tras bendecir el conjunto con la señal de la cruz, pronuncia unas fórmulas y coloca cada ofrenda en una bolsa de tela que coloca sobre la Orígenes y lugar de asentamiento
Kallawaya significa el país del "pueblo portador de la medicina herborista". El origen de este pueblo es incierto, aunque los expertos aseguran que es anterior al Imperio Inca y que procede de una localidad peruana llamada Carabaya. Nómadas y libres de todo dominio, los kallawayas se instalaron al sur de la Cordillera de los Andes, entre las montañas de Apolobamba y Muñecas, en la actual Bolivia; en esa provincia, que en el siglo XX tomó el nombre de Bautista Saavedra, se estableció definitivamente este pueblo. La región ocupada por los kallawayas se divide en una zona tropical cercana a la selva amazónica (la yunga), otra zona templada en el corazón de los valles, y, por último, una zona de clima montañoso; tres ecosistemas que ofrecen a estos sabios una variedad inmensa de plantas medicinales.
Cosmovisión
La práctica de la medicina está asociada a diversos ritos y ceremonias que constituyen la base de la economía local. La cosmovisión andina de la cultura kallawaya abarca todo un acervo coherente de mitos, ritos, valores y expresiones artísticas. Sus técnicas medicinales, basadas en los sistemas de creencias de los antiguos pueblos indígenas de los Andes, gozan de un amplio reconocimiento en Bolivia y en numerosos países de América del Sur, donde ejercen los médicos-sacerdotes kallawayas. Este arte de curación, que está reservado a los hombres, procede de un conocimiento extraordinario de la farmacopea animal, mineral y botánica, así como de todo un corpus de conocimiento rituales indisociables de las creencias religiosas. Los curanderos itinerantes tratan a los pacientes gracias a conocimientos médicos y farmacéuticos que se articulan en torno a un sistema complejo de transmisión y de aprendizaje en el que el viaje desempeña un papel preponderante. Al atravesar ecosistemas muy variados en el transcurso de sus viajes, los curanderos kallawayas enriquecen sus conocimientos de las plantas medicinales. La farmacopea kallawaya, que consta de unas 980 especies, es una de las más ricas del mundo. Las mujeres kallawayas participan en ciertos ritos y se consagran a la salud de las mujeres encintas y de los niños. Ellas tejen los paños que se utilizan en los ritos, cuyos motivos y adornos evocan la cosmovisión kallawaya. Durante las ceremonias rituales, grupos de música llamados kantus tocan la zampoña y el tambor para entrar en contacto con el mundo de los espíritus. El aprendizaje de la medicina kallawaya se efectúa principalmente a través de la observación. Los médicos no hablan, o lo hacen muy poco, y sus alumnos deben aprender viéndolos actuar. La vocación nace en la familia: uno u otro de los hijos muestra interés en estos conocimientos y sigue al padre o al tío, recoge plantas, ayuda en las curaciones, presencia las consultas.
El rito de la mesa de curación
El rito de la mesa de curación es un acto sagrado que consiste en pedir ayuda a la Pachamama. Con gestos metódicos y precisos, acompañados de oraciones, el médico kallawaya deposita un paño extendido sobre el suelo, de cinco a diez a diez metros de algodón o de lana de llama, en cuyo interior se encuentran las hojas de coca. Encima del paño, el médico esparce migas de pan y flores de retama o de clavel así como de otras plantas. Tras bendecir el conjunto con la señal de la cruz, pronuncia unas fórmulas y coloca cada ofrenda en una bolsa de tela que coloca sobre la frente del paciente, a la vez que recita palabras mágicas. A continuación el paciente debe soplar sobre la ofrenda para evacuar las malas energías. Una vez finalizado el rito, el médico arroja la bolsa al fuego para que se lleve el mal. La consulta se paga con algunos pesos bolivianos o con cualquier objeto de valor.
Los viajes
Los kallawayas tienen la costumbre de abandonarlo todo durante varios meses para confrontar otras realidades. Dejan mujeres y niños y parten, a menudo a pie, hacia otras regiones de Bolivia, Argentina, Perú, Venezuela. No son viajes improvisados, sino que se preparan con mucha antelación. Se trasladan con un equipaje ligero, compuesto principalmente por sus kapachas (estuche médico)en las que transportan las plantas que les permiten resolver sus consultas. A su regreso, tienen la obligación moral de hacer que la comunidad aproveche la experiencia adquirida en el curso de su periplo, porque de lo contrario su familia o sus amigos podrían expulsarlo. Los kallawayas están al servicio de los demás. frente del paciente, a la vez que recita palabras mágicas. A continuación el paciente debe soplar sobre la ofrenda para evacuar las malas energías. Una vez finalizado el rito, el médico arroja la bolsa al fuego para que se lleve el mal. La consulta se paga con algunos pesos bolivianos o con cualquier objeto de valor.
Los viajes
Los kallawayas tienen la costumbre de abandonarlo todo durante varios meses para confrontar otras realidades. Dejan mujeres y niños y parten, a menudo a pie, hacia otras regiones de Bolivia, Argentina, Perú, Venezuela. No son viajes improvisados, sino que se preparan con mucha antelación. Se trasladan con un equipaje ligero, compuesto principalmente por sus kapachas (estuche médico)en las que transportan las plantas que les permiten resolver sus consultas. A su regreso, tienen la obligación moral de hacer que la comunidad aproveche la experiencia adquirida en el curso de su periplo, porque de lo contrario su familia o sus amigos podrían expulsarlo. Los kallawayas están al servicio de los demás.
Recomendaciones
Llevar ropa liviana para el día y abrigada para la noche, zapatos cómodos, lentes, gorra para sol y abrigo impermeable para época de lluvia; botiquín de primeros auxilios, protector solar y medicinas.
¿Como llegar ?
Partida Llegada Distancia(aprox)
La Paz Achacachi 94 km.
Achacachi Escoma 81 km.
Escoma Charazani 89 km.
Nota de prensa que salio publicada en el periodico Página Siete el día 27 de enero de 2019 en las páginas 22 y 23 en la sección gente y lugares
El 28 de noviembre de 1920, la ciudad de La Paz se estremeció con el caso de Polonia Méndez, una joven de 18 años que apuñaló a su amante, un diplomático joven, después de tener un encuentro íntimo con él. La muchacha declaró que cometió el crimen pasional en defensa de su honor.
La historia comenzó cuando Polonia, una muchacha de origen humilde, llegó a trabajar al despacho del diplomático Fernando Granier. Según las declaraciones de la joven, después de ser detenida, Granier la había sedado y mancillado su honor, y se negaba a casarse con ella para reparar el daño que le había provocado.
Ante la resistencia del joven, Polonia decide poner tierra por medio entre ambos; sin embargo, se mantienen comunicados por cartas. Al cabo de un tiempo, ella regresa a La Paz, se encuentra con Granier y se produce el crimen.
El caso llamó la atención del arqueólogo Arthur Posnansky, quien aseguró que Polonia “planificó todo el teatro y escenario del crimen”. (Freddy Zárate).
LLamado asi por ser una - vamos a llamar asi - acortación de la palabra microbus por ser mas pequeño que un bus.
Se implemento en 1971
Los buses pequeños para 21 pasajeros sentados fueron considerados como coches de primera lo que significaba pagar el doble de la tarifa que se cobraba en los colectivos. Reprodujo la desigualdad social y trato discriminatorio a personas que llevaban bultos y favorecio a pasajeros pudientes
Obra diseñada por el escultor y arquitecto Hugo Almaraz, fundido en bronce por Toribio Quino en 1948. En los lados frontales del pedestal lleva dos esculturas de alto relieve, esculpidas en piedra granito, que representan dos temas históricos: la ceremonia de fundación de la ciudad Nuestra Señora de La Paz en Laja y su posterior traslado al pueblo de Chuquiago, donde se asentó definitivamente la ciudad. En ambas imágenes se encuentra el capitán Mendoza personificado con diferentes vestiduras de la época. Fueron esculpidas por varios obreros en dos murales de una misma dimensión, que poseen una altura aproximada de tres metros. Está ubicado en la plaza homónima de la zona de San Sebastián.
El monumento que rinde homenaje al capitán Alonso de Mendoza (1510?-1551), fundador de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, fue erigido por iniciación e impulso de Nemesio Iturri Núñez, laborado por Flavio Machicado, dirigido y diseñado por Hugo Almaraz y auspiciado por la Alcaldía Municipal, con motivo del IV Centenario de la fundación de la ciudad, en el espacio, donde, según se dice, los españoles fundaron por segunda vez la ciudad el 23 de octubre de 1548. Fue develado el 20 de octubre de 1948 y los murales de su entorno fueron entregados un año después.
El espacio público donde se encuentra el monumento, en sus primeros años de existencia, fue llamado plaza de Churupampa (campo de caracoles); más tarde, recibió el nombre de plazuela de San Sebastián, nombre adoptado del primer templo católico fundado en el valle del Choqueyapu. Durante la República, en 1902, pasó a llamarse plaza Alonso de Mendoza, en homenaje al fundador, siendo finalmente nominada con este nombre mediante Ordenanza Municipal del 7 de julio de 1950.
Para erigir el monumento, se desmanteló la fuente de La Paz, la cual, tallada en piedra comanche, se encontraba en el eje central de la plaza. Esta fuente fue realizada por Humberto Beltrán, era de arquetipo circular con dos tasas, en la cuales se realzaba una escultura de bronce de 70 cm con la efigie de una mujer con un cántaro de agua, la misma que se ha perdido. Cuando quedó concluido el monumento, sobre su frontis se innovaron recreaciones paisajísticas con la imagen del escudo de La Paz. Lució así algunos años, hasta que se construyó un nuevo perfil de la plaza, retirándose los añosos árboles de sus extremos y se suprimió la jardinera que ostentaba dicho escudo, instalándose en su lugar bloques de piedra comanche, en los cuales se situaron placas conmemorativas.
*En documentos antiguos figura su nombre como Alonzo.