Foto periodico Página Siete |
La tradicional fiesta de la miniatura, que en la actualidad se desarrolla cada 24 de enero, tiene sus raíces en la época prehispánica. Entonces, era una ritualidad vinculada a lo agrícola y se celebraba cada 21 de diciembre en coincidencia con el solsticio de verano. Testimonio de la trascendencia de esta festividad es, sin duda, el Ekeko, el dios de la abundancia.
Carla Hannover / La Paz
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Tedesqui explica que la historia de la Alasita se divide en cuatro momentos. La época prehispánica, la Colonia, la República, además de este momento contemporáneo. En todas ellas hay un común denominador que tiene que ver con el deseo de prosperidad.
En su inicio se practicó el intercambio
"El origen de esta celebración como tal se encuentra en la época prehispánica”, explica Tedesqui. Era una fiesta ritual y se desarrollaba en otra fecha y en otra época. Era conocida como la fiesta de Chhalasita (la fiesta del intercambio). En esta fecha los tiwanakotas o antiguos aymaras hacían un ritual de consagración de las illas e ispallas, éstas son representaciones simbólicas de los objetos como los alimentos o los animales”.
Se dice que los aymaras exponían estas illas e ispallas cada 21 de diciembre a mediodía para que el Sol, con sus rayos, haga realidad esas representaciones y de esta forma se multiplique la cosecha. "Es importante mencionar que, entonces, la Chhalasita tenía otro sentido, que era el de intercambio”, pues no se tenía una lógica mercantil como la que se tiene después de la Colonia, explica la investigadora. En este primer momento juega un papel importante la figura del dios Tunupa, representado por una estatuilla de una figura jorobada. Según el arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sanginés "las antiquísimas figuras antropomorfas (con joroba prominente y apéndice fálico) serían de la época del Imperio inca, y antecesoras del Ekeko de la época de la Colonia”, se lee en su estudio Tunupa y Ekako. Asimismo, Manuel Rigoberto Paredes de Iturri escribió que "estas diminutas estatuillas fálicas serían remanentes de remotas fiestas sagradas del solsticio de verano”.
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Tedesqui señala que un segundo momento de la fiesta de la Alasita se halla en la época de la Colonia. Entonces, esta celebración era considerada por la Iglesia como algo profano, por lo que se realizaba de forma clandestina. Sin embargo, "es después del cerco de Túpac Katari cuando se da la escasez de provisión de alimentos cuando la fiesta es aceptada y oficializada en la ciudad”.
Es entonces cuando nace la leyenda de la Alasita. "Durante el cerco de Túpac Katari, en 1781, La Paz estaba desabastecida, pues los alimentos no podían ingresar. La familia de Sebastián Segurola, el entonces gobernador, se había quedado sin provisiones. Sin embargo, la servidumbre tenía comida. Él les preguntó de dónde sacaban los alimentos y la joven que trabajaba allí les dijo que se los había traído el Iqiqu, una estatuilla que había recibido de su novio Isidro Choquehuanca. De esa forma es que la figura del Ekeko está relacionada a la Alasita”, explica la investigadora.
Es así que después del cerco de Túpac Katari, en 1789, vuelve a surgir Chhalasita. Sin embargo, la celebración reconfigura su lógica de intercambio. "Por un lado, el Ekeko de piedra cambia de fisonomía. Toma el aspecto del suegro de Sebastián Segurola. Un hombre regordete, blanco, mestizo, con las mejillas rojas. Pero, además, surge el rito de la Alasita, cambiando de alguna forma el ritual en sí mismo. Se pasa del intercambio a la compra venta y se cambia la fecha del 21 de diciembre, primero, al 20 de octubre y luego al 24 de enero”.
Deseos en miniatura
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De esta forma, la Alasita tiene diferentes escenarios, entre ellos, la plaza Murillo, la ex-Terminal de Buses, la plaza de San Pedro, El Prado, la Tejada Sorzano y la exfábrica Said, entre otros. "Durante la República podemos rescatar también los concursos de miniaturas. Éstos surgen de acuerdo al contexto que se vive. En este momento, por ejemplo, se vivió la irrupción de la industrialización y las miniaturas estaban relacionadas con ello”.
"Algo que llama la atención es que, anteriormente, en la República, era común regalar el Ekeko k’ala. Se regalaba a la estauilla sin carga y la gente iba a la feria y compraba las miniaturas y le cargaba a su Ekeko lo que quería”.
Deseos de acuerdo con la época
Tedesqui encuentra un cuarto momento en estos tiempos. "Es más adelante cuando se da una hibridación cultural, considerando que se fusionan dos visiones: la andina y la católica. De ahí que uno compra las miniaturas y bien puede irlas a milluchar con el yatiri o bien se las lleva a la iglesia para hacerlas bendecir”.
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Esta hibridación poco ha transformado el sentido de la Alasita. "Éste radica en creer en que estas miniaturas se convertirían en cosas reales. En la época prehispánica dejaban que los rayos de Sol llegaran a las miniaturas de las illas y las ispallas con la esperanza de tener una buena cosecha”.
Ekeko, a tono con la época
La muestra El Ekeko y el mundo de las illas, que este mes tomará las salas del museo Costumbrista, no sólo ofrece la posibilidad de ver las diversas representaciones del Ekeko a lo largo del tiempo. Permite, además, realizar una lectura de aquellas cosas que estaban de moda en diversos momentos. De esta forma se puede ver a un Ekeko cargando costales de papa, chuño y animales o ekekos, como los de este tiempo, que cargan computadoras, cámaras fotográficas y hasta réplicas de las cabinas del teleférico.
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"La Alasita en la actualidad es un patrimonio por las costumbres que la gente ha ido adoptando con el pasar de los años”. De ahí que se espera que este año la Unesco proclame a esta fiesta como patrimonio de la humanidad.
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