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Buceo deportivo, adrenalina y presión en Tiquina
Este es un artículo publicado en el periodico página siete el día domingo 8 de Abril de 2012 y fue escrita por Tatiana Sanabria
El mundo submarino es fascinante y el lago Titicaca es el “hábitat” natural de aquellos buceadores dispuestos a desafiar estas profundas aguas, a 3.810 metros de altura sobre el nivel del mar, del lago conocido como el más alto del mundo.
Penetrar esas aguas teñidas de verde, a orillas de la Base Naval en San Pedro de Tiquina, es una experiencia única que, en el caso del personal civil, requiere un entrenamiento especial para alcanzar hasta 30 metros de profundidad.
Es imposible entender la conexión que existe entre el buceador y el mundo subacuático sin experimentar la adrenalina del “primer zambullido”. Es así como comienza mi aventura náutica a 16 grados centígrados.
El buceo deportivo es parte de las actividades realizadas por el Centro de Instrucción de Buceo en Altura (CIBA), la única escuela de buceo en Bolivia con 43 años de trayectoria y que, además, es reconocida a nivel internacional por encontrarse a esa altitud.
“Diferentes armadas ponen los ojos en nosotros y mandan a su personal para capacitarse en buceo en altitud. No es lo mismo bucear a nivel del mar que en altitud. Es mucho más riesgoso y tiene otro tipo de técnica”, explica el capitán Hernan Crespo, comandante del CIBA.
Dispuesta a asumir este reto, pronto me facilitan un traje de neopreno, una máscara o luneta y un par de aletas. La primera y gran dificultad es enfrentar el vértigo frente a ese “espejo infinito”.
Mientras un frígido viento cala nuestros huesos a orillas del lago, el almirante Jorge Valdivieso -uno de los instructores- agrega a mi vestimenta una reguladora para respirar por la boca, un tanque de aire comprimido, un chaleco y un cinturón con seis lastres para que el peso facilite mi descenso.
Calculo que son unos 40 kilos adicionales que en tierra me provocan inestabilidad, pero bajo el agua pasan desapercibidos.
Luis Bizarroque, uno de los 15 alumnos del curso de buceo deportivo, advierte que el primer contacto con el agua helada “es un shock al que pronto te acostumbras”. Y tiene razón.
Sin el traje de neopreno, después de cinco minutos bajo el agua el cuerpo sufriría de hipotermia. Esta vestimenta, al ser isotérmica, es exclusiva para este deporte.
El descenso es paulatino y al llegar a los tres metros de profundidad, la presión aumenta. Mis oídos se tapan y cada vez se me hace más difícil respirar.
La única forma de hacerlo es inhalando y exhalando por la boca, lo que me produce una sensación de claustrofobia y agitación. Ante esta situación, lo importante es tener determinación y serenidad para alcanzar mayores distancias.
Las señas permiten una comunicación fluida con el instructor, quien me da suficiente seguridad para continuar, mientras me conduce por rutas donde vemos sólo vemos muros cubiertos de algas.
El CIBA cuenta con 20 instructores que atienden la demanda operativa de los cursos y también los requerimientos de operaciones de búsqueda, salvamento en agua, reflotamientos y apoyo a investigación científica.
Mientras que el Club de Buceo Deportivo en La Paz está conformado por un grupo de 30 personas. “Después del primer entrenamiento, cada año pueden optar por nuevos cursos para lograr un descenso de 30 metros, que es la máxima profundidad para personal civil. Luego pueden ser guías de buceadores”, explica Crespo.
Y aunque el buceo es una actividad apasionante, también puede provocar sobre expansión pulmonar, o enfermedades descompresivas como dolor articular, inmovilidad, coloración en la piel y, en el peor de los casos, la muerte.
Para evitar ello, el buceador debe tener conocimiento de sus alcances y limitaciones bajo el agua, controlando sus reacciones con la presión y la oxigenación.
Hombres, mujeres, niños, jóvenes y adultos pueden incursionar en esta práctica deportiva, siempre y cuando cuenten con el equipo adecuado y sean previamente entrenados en las técnicas submarinas de nado y respiración.
“El buceo no hace discriminación. Es más, muchas veces el hombre es más intrépido en la tierra y menos tranquilo en las inmersiones; mientras que las mujeres son más serenas en el agua sin hacer alarde”, comenta el comandante del CIBA.
A las cinco de la tarde, el sol se esconde tras una colina lejana y las últimas gaviotas revolotean sobre el Lago Sagrado, siendo testigos de la conclusión de un desafío personal. Cumplida la misión en el misterioso y atrayente mundo submarino, los instructores advierten que “una pez boga” nació en las profundidades del Estrecho de Tiquina.
Tatiana Sanabria, autora de la nota despues de la inmersión |
Penetrar esas aguas teñidas de verde, a orillas de la Base Naval en San Pedro de Tiquina, es una experiencia única que, en el caso del personal civil, requiere un entrenamiento especial para alcanzar hasta 30 metros de profundidad.
Es imposible entender la conexión que existe entre el buceador y el mundo subacuático sin experimentar la adrenalina del “primer zambullido”. Es así como comienza mi aventura náutica a 16 grados centígrados.
El buceo deportivo es parte de las actividades realizadas por el Centro de Instrucción de Buceo en Altura (CIBA), la única escuela de buceo en Bolivia con 43 años de trayectoria y que, además, es reconocida a nivel internacional por encontrarse a esa altitud.
“Diferentes armadas ponen los ojos en nosotros y mandan a su personal para capacitarse en buceo en altitud. No es lo mismo bucear a nivel del mar que en altitud. Es mucho más riesgoso y tiene otro tipo de técnica”, explica el capitán Hernan Crespo, comandante del CIBA.
Dispuesta a asumir este reto, pronto me facilitan un traje de neopreno, una máscara o luneta y un par de aletas. La primera y gran dificultad es enfrentar el vértigo frente a ese “espejo infinito”.
Mientras un frígido viento cala nuestros huesos a orillas del lago, el almirante Jorge Valdivieso -uno de los instructores- agrega a mi vestimenta una reguladora para respirar por la boca, un tanque de aire comprimido, un chaleco y un cinturón con seis lastres para que el peso facilite mi descenso.
Calculo que son unos 40 kilos adicionales que en tierra me provocan inestabilidad, pero bajo el agua pasan desapercibidos.
Luis Bizarroque, uno de los 15 alumnos del curso de buceo deportivo, advierte que el primer contacto con el agua helada “es un shock al que pronto te acostumbras”. Y tiene razón.
Sin el traje de neopreno, después de cinco minutos bajo el agua el cuerpo sufriría de hipotermia. Esta vestimenta, al ser isotérmica, es exclusiva para este deporte.
El descenso es paulatino y al llegar a los tres metros de profundidad, la presión aumenta. Mis oídos se tapan y cada vez se me hace más difícil respirar.
La única forma de hacerlo es inhalando y exhalando por la boca, lo que me produce una sensación de claustrofobia y agitación. Ante esta situación, lo importante es tener determinación y serenidad para alcanzar mayores distancias.
Las señas permiten una comunicación fluida con el instructor, quien me da suficiente seguridad para continuar, mientras me conduce por rutas donde vemos sólo vemos muros cubiertos de algas.
El CIBA cuenta con 20 instructores que atienden la demanda operativa de los cursos y también los requerimientos de operaciones de búsqueda, salvamento en agua, reflotamientos y apoyo a investigación científica.
Mientras que el Club de Buceo Deportivo en La Paz está conformado por un grupo de 30 personas. “Después del primer entrenamiento, cada año pueden optar por nuevos cursos para lograr un descenso de 30 metros, que es la máxima profundidad para personal civil. Luego pueden ser guías de buceadores”, explica Crespo.
Y aunque el buceo es una actividad apasionante, también puede provocar sobre expansión pulmonar, o enfermedades descompresivas como dolor articular, inmovilidad, coloración en la piel y, en el peor de los casos, la muerte.
Para evitar ello, el buceador debe tener conocimiento de sus alcances y limitaciones bajo el agua, controlando sus reacciones con la presión y la oxigenación.
Hombres, mujeres, niños, jóvenes y adultos pueden incursionar en esta práctica deportiva, siempre y cuando cuenten con el equipo adecuado y sean previamente entrenados en las técnicas submarinas de nado y respiración.
“El buceo no hace discriminación. Es más, muchas veces el hombre es más intrépido en la tierra y menos tranquilo en las inmersiones; mientras que las mujeres son más serenas en el agua sin hacer alarde”, comenta el comandante del CIBA.
A las cinco de la tarde, el sol se esconde tras una colina lejana y las últimas gaviotas revolotean sobre el Lago Sagrado, siendo testigos de la conclusión de un desafío personal. Cumplida la misión en el misterioso y atrayente mundo submarino, los instructores advierten que “una pez boga” nació en las profundidades del Estrecho de Tiquina.
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